Estamos cerca del cierre de 2022. Atravesamos un contexto local e internacional desfavorable, con una inflación global alta que persiste; expectativas empresariales deterioradas; crisis política e institucional; baja ejecución del presupuesto público, que se traduce en menos obras que permitan atender las necesidades de los ciudadanos; conflictividad social, entre otros problemas.
En este escenario, en el que prevalecen grandes desafíos para el crecimiento económico, es importante conocer el estado de algunos de los principales indicadores de la economía, así como las proyecciones y perspectivas para el año 2023. Por esta razón, realizamos un seguimiento de algunos indicadores principales, así como las proyecciones de estos para el cierre de año y las expectativas para 2023.
Según cifras del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), entre enero y septiembre de 2022, el PBI real creció un 2.9% respecto al mismo periodo del año anterior, mientras que se espera un crecimiento del 3% al cierre de año, según el último Reporte de Inflación. Asimismo, en septiembre de este año, el Banco Mundial proyectaba un crecimiento de la economía peruana, al cierre de 2022, del 2.7%, mientras que el Fondo Monetario Internacional (FMI) presentó similar proyección. En cuanto a las proyecciones para 2023, el BCRP proyecta un crecimiento del 3%, mientras que el FMI estima que la economía peruana crecería un 2.6% en dicho año.
Respecto de los precios, según el FMI, este año se ha caracterizado por presiones inflacionarias, debido a perturbaciones relacionadas con la pandemia, la adopción de políticas expansivas, el incremento de la demanda y el efecto que la guerra entre Rusia y Ucrania ha tenido sobre los precios de la energía y los alimentos. Así, según datos del BCRP, la inflación a doce meses se situó en un 8.45% en noviembre, mientras que la inflación sin alimentos y energía a doce meses se situó en un 5.71% en el mismo mes. Respecto de las proyecciones, el BCRP estima que la inflación anual cerraría en un 7.8% en 2022 y un 3% en 2023. Por su parte, según el World Economic Outlook del FMI, el Perú cerraría el año con una inflación del 7.5%, mientras que las proyecciones para el próximo año se sitúan en un 4.4%.
Es importante precisar que la autoridad monetaria en el Perú proyecta una tendencia decreciente de la inflación interanual con un retorno al rango meta (1% – 3%) en el cuarto trimestre de 2023, debido a la moderación del efecto de los precios internacionales de los alimentos y la energía, y a una reducción de las expectativas de inflación.
RETOS PENDIENTES
Nuestro país atraviesa una compleja situación. Luego de la pandemia, los problemas se han agudizado. En este sentido, es importante reconocer el rol de la inversión privada. De acuerdo con cifras del BCRP, esta representa alrededor de un cuarto del PBI en cada año de la presente década, por lo que se trata del segundo componente más importante después del consumo privado. Así, esta dinamiza la economía, aumenta los niveles de empleo e impulsa el consumo, por lo que es un importante motor de crecimiento.
Según el último Reporte de Inflación del BCRP, los indicadores relacionados con la inversión privada han mostrado un deterioro en los últimos meses debido a la persistencia de la incertidumbre política y su impacto negativo sobre las decisiones de inversión. Además, según este mismo reporte, si bien las expectativas de los empresarios acerca del futuro de la economía a 3 y 12 meses se recuperaron ligeramente en julio y agosto con respecto a junio, estas se mantienen en el tramo pesimista. Asimismo, se espera un crecimiento nulo de la inversión privada al cierre de 2022; sin embargo, esta crecería un 1.8% en 2023, según la última proyección del BCRP.
En este contexto, es necesario que el Gobierno permita las condiciones que garanticen un ambiente apto para el despliegue de inversiones. Por ejemplo, el sector minería, este año, se ha caracterizado por una alta conflictividad social que, según el INEI, han derivado en un menor tonelaje procesado en las plantas concentradoras de metales, lo que a su vez se traduce en un menor aporte a la producción nacional. Por ello, se deben adoptar medidas de prevención, de manera que no se vean afectadas negativamente las diversas actividades económicas.
Por otra parte, el descontento ciudadano puede deberse, entre diversas razones, a la falta de atención de las necesidades en el interior del país. En este sentido, es necesario un trabajo conjunto de los diferentes niveles de Gobierno para satisfacer y garantizar un acceso a servicios básicos, avanzar en el cierre de brechas, entre otros temas. Sin embargo, contrariamente a la búsqueda de este objetivo, observamos una baja ejecución del presupuesto público, con especial énfasis en los Gobiernos subnacionales. Como mencionamos anteriormente, a casi un mes del cierre de año, en promedio, los Gobiernos subnacionales ejecutaron solo el 50.5% del total de su presupuesto destinado a inversión pública. Esta baja ejecución se traduce en un limitado avance, lo cual impide mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Restan pocos días para el cierre de año, por lo que 2023 será uno de grandes retos pendientes; por ello, tanto el sector público como el privado deben unir esfuerzos por aportar al desarrollo económico del país. Las autoridades regionales y locales electas, que asumirán funciones a partir del 1 de enero de 2023, deben continuar la gestión y los proyectos priorizados, de manera que no se pierda el dinamismo de la ejecución del gasto público —que de por sí ya es baja— y se haga un uso más eficiente de los recursos públicos.