El Editorial de ComexPerú, escrito por Jaime Dupuy, es elocuente y merece difundirlo por la claridad con la que explica el drama boliviano causado por las izquierdas del odio, aquellas que objetan y condenan la Libertad de Empresa en especial, y la propiedad privada en particular.
Esta es la alerta de ComexPerú:
“La crisis económica que atraviesa Bolivia no es producto del azar ni de un evento externo imprevisto. Es la consecuencia predecible de un modelo económico que apostó por un Estado sobredimensionado, intervencionista y, en última instancia, ineficiente. Hoy enfrenta una escasez crítica de dólares, un déficit fiscal creciente, la fuga de capitales, una producción petrolera y gasífera colapsada, y una pérdida dramática de reservas internacionales. El modelo que hace solo unos años era presentado como exitoso por algunos sectores, hoy se desploma bajo el peso de sus propios errores.
Durante más de una década, Bolivia aplicó políticas que priorizaron el control estatal de sectores estratégicos, la nacionalización de recursos, el subsidio indiscriminado y el cierre progresivo del espacio para la inversión privada. En un entorno de precios altos de las materias primas, esas decisiones pudieron disimular sus consecuencias. Pero, como ocurre siempre, los ciclos cambian. Y cuando lo hicieron, el modelo boliviano reveló su fragilidad: sin incentivos ni seguridad jurídica, la inversión desapareció, la producción cayó y el aparato estatal, lejos de modernizarse, se volvió una carga insostenible.
Lo más preocupante es que en el Perú se escuchan voces que proponen caminos similares. Candidatos que insisten en ampliar la participación del Estado en sectores productivos, en limitar o incluso revertir concesiones, en imponer trabas a la inversión privada bajo discursos que apelan al nacionalismo económico o a una supuesta justicia social mal entendida. Son recetas viejas que ya han fracasado en nuestro continente y que, en lugar de corregir desigualdades, terminan agravándolas al destruir la base misma de la generación de riqueza: la inversión privada, la competitividad y la libertad de empresa.
El caso boliviano debe servirnos de advertencia. No basta con señalar el fracaso; hay que entender sus causas. Cuando se margina al sector privado, se espanta la inversión y se apuesta por un Estado empresario sin capacidad de gestión, el desenlace es siempre el mismo: menos empleo, más pobreza y pérdida de competitividad. El Perú ha logrado avances importantes gracias a un modelo que, con sus imperfecciones, ha apostado por la apertura, la estabilidad macroeconómica y la promoción de la inversión privada como motor del crecimiento.
No podemos permitirnos retroceder. La proximidad geográfica y cultural con Bolivia hace que su situación sea todavía más aleccionadora: el riesgo no es hipotético, está a la vuelta de la esquina. En lugar de copiar modelos que han demostrado su inviabilidad, el Perú debe profundizar sus reformas para fortalecer las instituciones, mejorar la calidad del gasto público y atraer más inversión. Ese es el camino para generar desarrollo sostenible y oportunidades para todos”.