Luego de haber criticado al comunismo en una homilía, amenazan de muerte al sacerdote católico Omar Sánchez Portillo, secretario general de Cáritas Lurín, ampliamente conocido por su labor solidaria a favor de miles de personas necesitadas en el Perú.
El 23 de mayo el sacerdote recordó en una Misa que el comunismo es enemigo de la Iglesia y que varios beatos peruanos fueron asesinados por el grupo terrorista Sendero Luminoso, que se declara marxista, leninista y maoísta. Justamente el día sábado, el Papa Francisco aprobó la beatificación de la religiosa María Agustina Rivas López, “Aguchita”, asesinada en 1990 también por los senderistas.
El Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso, calificado como uno de los más sanguinarios grupos terroristas, apareció en 1980 y causó decenas de miles de muertes en todo el país.
El sacerdote hizo esta precisión sobre el comunismo a dos semanas de la segunda vuelta electoral para elegir al nuevo presidente del Perú. Los candidatos son Pedro Castillo, del partido comunista Perú Libre; y Keiko Fujimori, de Fuerza Popular. La votación será el 6 de junio.
El Padre Omar escribió a raíz de estas amenazas:
“Como no tienen argumentos contra el mensaje, atacan al mensajero…
Pero nada de eso quita que he hablado con la verdad y sólo he enseñado con claridad lo que enseña la Santa Madre Iglesia. Salvo que alguien me demuestre lo contrario.
A los que me amenazan de muerte, me insultan, me ofenden, me difaman, y engañan y mienten sobre mi…. los amo en Cristo Jesús y los perdono…. rezo por ustedes”
¡Que viva Cristo Rey!
Reproducimos una nota periodística del Diario Expreso del 12 de noviembre de 2017, que es elocuente y guarda relación con estas cobardes amenazas que no nos hacen temer a los Católicos, sino profundizar en nuestra Fe:
“La Iglesia católica no se salvó de la mano asesina de Sendero Luminoso. Cerca de un centenar de sacerdotes y monjas fueron victimados con crueldad por orden de Abimael Guzmán, quien como todo marxista considera a la religión cristiana como el “opio de los pueblos” y a sus representantes, enemigos de la “lucha armada”.
A diferencia de la sangrienta persecución religiosa de la guerra civil española en que las “patrullas rojas” incendiaron iglesias y fusilaron curas, la banda maoísta entre 1986 y 1993 torturó a todo aquel que predicaba la fe cristiana, propagaba la paz y ayudaba a los más pobres.
Por ello reapareció la “iglesia clandestina” y se produjeron hechos de heroísmo de religiosos y creyentes que defendieron con la vida su fe y no dejaron de ejercer el apostolado, soportando episodios trágicos con estoicismo y valentía.
EL PADRE LAMBERTO
La primera semana de agosto de 1986 el misionero estadounidense cariñosamente llamado por su feligresía de Acosvincho, Ayacucho, como padre Lamberto fue torturado y acribillado a tiros por un grupo senderista encabezado por una mujer que los acusaba de “inmiscuirse en las comunidades”.
El sacerdote, además de oficiar misa en los caseríos de Huamanga y La Mar, ejercía la caridad llevando víveres a los poblados saqueados por las hordas de Abimael Guzmán.
El jefe de la base militar de Ocobamba, quien lo conocía, señaló en un documento del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) que “el norteamericano era increíble, de no creerlo. Veía un foco en el pueblo que no servía y se aparecía con un paquete de focos, su escalera y él mismo lo colocaba”. Esas acciones determinaron que Sendero Luminoso lo condenara a muerte.
El 11 de enero de 1988 por celebrar un acto litúrgico en el Cuartel Los Cabitos de Huamanga, el religioso Víctor Acuña fue declarado “enemigo del Partido” y asesinado con una ráfaga de metralleta, según investigaciones del SIE.
Cuentan que el padre Acuña en una oportunidad encontró a una madre desesperada que le dijo que su esposo había desaparecido y sus hijos no comían hacía dos días. “He rezado el rosario y sé que Dios no me ha escuchado”, le había señalado angustiada. El sacerdote le respondió: “Me parece que te equivocas, te ha escuchado”, y le entregó una bolsa con víveres. El hecho corrió como reguero de pólvora y enfureció a los secuaces del “presidente Gonzalo”, quien decretó su muerte.
SOR IRENE
El 21 de mayo de 1991, quince encapuchados asesinaron en Huascahuasi, provincia de Tarma, región Junín, a la monja Irene Mc Cormack (36), natural de Perth (Australia) luego de someterla a un “juicio popular”. La religiosa se encontraba sola en el convento cuando los subversivos ingresaron violentamente tras fracturar la cerradura de la puerta de acceso al monasterio.
La sacaron a rastras cogiéndola de los cabellos y una vez en la plaza del poblado, delante de todos sus habitantes, la golpearon y tras acusarla de ser agente yanqui, dictaron su sentencia.
Una niña de diez años le disparó en el rostro, el proyectil le impactó en el ojo izquierdo y destrozó el cráneo. Minutos después, los senderistas desaparecieron dando vivas a la “lucha armada”.
Sor Irene fue sepultada por los consternados pobladores en un nicho abandonado.
FRANCISCANOS
Al mediodía del 9 de agosto de 1991 los sacerdotes franciscanos polacos Miguel Tomaszek (30) y Zibgnew Ztrazalkowinski (32) fueron aniquilados por un grupo senderista en la localidad de Pariacoto, provincia de Huaraz, región Áncash. Ambos habían recibido constantes amenazas mediantes furibundas cartas en las que se les exigía que abandonen dicha localidad.
El día anterior, como era su costumbre, los religiosos habían visitado a los campesinos en sus chacras. Y es que todos querían confesarse y comulgar. Ni bien llegaron los “curitas” –como los llamaban- se montó vigilancia y la precaución fue oportuna, pues aparecieron 20 terroristas, pero ambos religiosos pudieron escapar.
Lamentablemente terroristas infiltrados en Pariacoto localizaron la habitación aledaña a la capilla donde vivían. Y ambos fueron sacados a golpes y conducidos hasta el frontis del local municipal. En la puerta lo esperaba el alcalde, quien había sido electo con el respaldo de Osmán Morote Barrionuevo y, por ende, de la genocida banda maoísta.
“Ustedes son adversos a lo que pensamos”, exclamó el cabecilla terrorista en presencia del burgomaestre y gran número de personas.
Los sacerdotes dejaron que el sujeto terminase su perorata cargada de insultos y maldiciones. El padre Miguel, con voz pausada, le respondió: “Nosotros no hacemos daño a nadie, ayudamos en las faenas diarias a nuestros hermanos campesinos y les damos paz en medio de tanto temor y zozobra”.
Sobrevino una discusión de aproximadamente veinte minutos en la que los esfuerzos por apoyar a ambos representantes de la Iglesia por parte del alcalde de Pariacoto fueron mínimos. Los religiosos fueron subidos a empujones a una moderna camioneta pick up sin placas. A la tolva del vehículo subió rápidamente una monja muy joven exclamando: “¡no los voy a dejar solos!”.
Según fuentes del SIE, unos kilómetros más adelante la religiosa recibió una andanada de golpes y fue arrojada por un despeñadero tras pasar un puente. Los cuerpos de los franciscanos fueron encontrados al día siguiente mutilados. Les habían cortado los dedos de las manos y la lengua. Tenían impactos de bala en la nuca y un letrero en el que se leía: “Así mueren los que hablan de paz y son los que lamen el c… a los imperialistas”.
Matan a diocesano
El 25 de agosto de 1991 los mismos criminales –según el SIE- segaron la vida del sacerdote diocesano de nacionalidad italiana Alessandro Dordi (60) cuando se trasladaba de la comunidad de Vinzos a Chimbote, Áncash. Quince días antes, el religioso español Miguel Company transitaba por una vía cercana al villorrio Pueblo Viejo, en la provincia del Santa, cuando recibió un balazo en la cabeza. Los terroristas lo abandonaron creyéndolo muerto, pero sobrevivió al ser auxiliado oportunamente por unos pescadores que lo condujeron al nosocomio más cercano.
El padre Dordi supo del atentado, pero siguió con sus actividades cotidianas. La noche anterior a su muerte visitó una casa señalada de antemano para celebrar oficios religiosos, llevando los ornamentos y demás objetos para el culto, en un simple costalillo en sus espaldas. Los comuneros lo esperaban con un suculento plato de cuy chactado y una modesta habitación, donde Dordi pasó la noche.
Muy temprano celebró la que sería su última misa ante una pequeña cruz hecha en madera por un hábil tallador lugareño. En aquella vivienda un ambiente servía de confesionario y, según informó el sacerdote a sus superiores, “nunca había encontrado penitentes tan llenos de fervor”. Contribuía a ello lo que ocurría y se divulgaba diariamente de boca a boca y con gran temor: “Ayer mataron a fulano con dos tiros en la cabeza en tal lugar”.
Esa madrugada el padre Alessandro, tras realizar el acto litúrgico, tuvo un largo conversatorio con los pobladores y cerca de las nueve de la noche, cuando se dirigía a Chimbote, el vehículo en el que viajaba se detuvo bruscamente. Los terroristas habían colocado enormes piedras en la vía y acercándose al chofer, con sus armas, le gritaron: “¡Entrega al cura!”.
El sacerdote no esperó, se puso delante de la horda senderista y con frialdad les dijo: “Aquí estoy y los demás sigan su camino”, como consta en los testimonios de quienes lo acompañaron ese fatídico día.
El cuerpo del padre Alessandro Dordi fue encontrado al día siguiente con un cartel en el que se leía: “Así mueren los llames (servidores) del capitalismo”.
PRIMEROS BEATOS POR MARTIRIO
Los sacerdotes franciscanos polacos Miguel Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski y el diocesano italiano Alessandro Dordi, asesinados en 1991 por Sendero Luminoso, se convirtieron en los primeros beatos por martirio en la historia de Perú”