Todos los abusos, violaciones, amenazas y maltratos que los representantes del gobierno, de sus partidos aliados, de sus funcionarios agresores colocados en puestos públicos realizan contra las mujeres peruanas, son bendecidos por el poder y los medios de comunicación aliados del poder, para tratarlos como intocables, son conducidos a procesos vergonzosos en los que ser mujer es sinónimo, ahora, de culpabilidad. Es el colmo, pero ocurre ya con tanta frecuencia, que de la indignación debemos pasar a la acción, sino esto va a desbordar.
Una congresista que dice que no es mujer (y en su DNI y partida de nacimiento dice lo contrario a lo que ella expresa) contrata a un abusador de niños, a un criminal pedófilo que dice que no es hombre (y también, en su DNI y partida de nacimiento dice lo contrario a lo que él expresa). Parece como un intercambio de roles con fines delictivos, parece.
Ese delincuente la acompaña en todo su recorrido político y es premiado, ese delincuente, con un trabajo en el Congreso, como su asesor, ya que es de su extrema confianza, para todo y en todo momento. Pero al ser descubierto en sus actos criminales contra inocentes niños, contra menores de edad, el blindaje caviar es inmediato, el encubrimiento izquierdista es automático y se le protege. Se le dice “mujer trans” y se le victimiza, es el colmo.
La congresista que dice que ella no es mujer, se lava las manos sucias enviando un mensaje en las redes diciendo que lo ha despedido, pero él, el asesor que dice que no es hombre, sino mujer, al revés de la congresista, es tapado en la captura, es atendido con privilegios en el proceso, mientras las víctimas son abandonadas por la congresista y su partido (¿O no ha sido así? corríjanme en todo caso), pero envía, la congresista mujer que dice que no es mujer, avisos y mensajes en redes al Ministerio más afín para que el Estado se haga cargo de la responsabilidad que a ella le compete.
Esto es como una banda de asaltantes, hagamos un paralelo. El jefe de la banda, el contratista, sigue limpio, pero sus secuaces, los que recibieron y compartieron órdenes y acciones, son procesados o sus casos se dilatan en el tiempo y en el olvido.
Y mientras tanto, otro miserable asesor oficialista en el congreso, hace lo mismo con una mujer, usando un arma de fuego. Y mientras tanto, otro congresista cercano al gobierno abusa sexualmente -en las oficinas del congreso- de una trabajadora luego de adormecerla, atacarla y encerrarla dopada. Y mientras tanto, otro congresista que es aliado incondicional del gobierno protege a un hijo violador. Y mientras tanto catedráticos caviares acosadores y violadores, de una universidad que fue católica, siguen impunes. Y mientras tanto, periodistas de la izquierda tuitera, abusadores, golpeadores cobardes, cuenteros saca plata, acosadores y hasta un asesino de su pareja del mismo sexo, son ocultados en las referencias, porque son de izquierda, porque están con el gobierno. Y no pasa nada, las mujeres y los menores de edad siguen siendo víctimas de estos criminales.
Sólo nos queda la eterna pregunta peruana: ¿Hasta cuándo?