Muchos se sorprenden con las expresiones de los voceros de las múltiples bancadas que se han reproducido como esporas en el Congreso de la República, cuando afirman una larga secuencia de hechos dolosos y graves referidos al uso de los recursos del país en forma irresponsable, ilegal y por supuesto condenable, pero…no pasa nada, la impunidad es la nueva etapa en desarrollo para la corrupción.
Esta historia que algunos señalaron hace tiempo y por la cual se les hostiliza desde distintos ángulos – SUNAT, SBS, MEF, DINI y hasta en el trabajo con empresas privadas- no era imaginación y sospecha, sino evidencia y realidad de un Gobierno marcado con agendas al margen de la Ley, en nuestra opinión.
Pero la existencia de una o varias redes de corrupción no ha sido únicamente en el Estado, sino en una suerte de consorcio con operadores fuera del mismo, que han engrosado sus billeteras con el favor del poder de turno, afectando el progreso y desarrollo del país, vendiendo la imagen de una supuesta estabilidad económica o de una inexistente prudencia en las finanzas, mientras hacían sus negocios de representación o de influencia para que se dispongan recursos privados hacia proyectos públicos insostenibles en el tiempo y en su formulación.
Los que compraron Bonos por presión o favor político –evidentemente sin generalizar con los honestos-, los que inusitadamente invierten dinero ajeno en una suerte de nuevos intermediarios financieros que de la noche a la mañana usan decenas o cientos de millones de dólares para colocarlos en diversos instrumentos, los que organizan eventos de promoción de nombres de funcionarios públicos y se hacen propaganda en revistas que pocos leen y otorgan títulos del “mejor” –parece de novela-, esos encumbrados que usan información muchas veces privilegiada, deben y tienen que ser procesados con toda la fuerza y energía de la Ley porque se han aprovechado de condiciones inusuales, creadas por ellos, para afectar a un país.
Los que aplaudían, los que jugaron a la ruleta con anuncios de un dólar que subía o bajaba, aquellos que se codearon por primera vez en sus vidas con un nivel que jamás obtendrían por méritos propios, esos nos han gobernado y gobiernan con un apetito feroz que los lleva a empacharse de delitos que se van haciendo públicos cada vez más.
Un país decente, transparente, tal vez con errores pero con la mirada en alto, erguida, no se deja vencer por las barbaridades del crimen de cuello y corbata, que es peor que el de alguien que hurta por hambre o por angustia.
Así el legado nacionalista haya dejado al Estado sin dinero o con dinero, así el enredo de Vizcarra sea ahora la cueva de la desesperanza, millones de peruanos sólo esperamos con urgencia que se identifique, sancione y condene a los que han cometido graves crímenes contra el país, aquellos miserables que han hecho su dorado, engañando a todos.