La evidencia no resiste justificaciones: los medios de comunicación generan cada día más desconfianza en la gente, tienen menos soporte publicitario, le echan la culpa de su extinción progresiva a las redes sociales y se empecinan en atacar lo que creen que les afecta. Para colmo, no entienden que la crisis que soportan es imparable.
Es bien sencillo y no se necesitan grandes encuestas: estamos frente a un puesto de periódicos en las calles congestionadas del centro de Lima. Hasta hace unos años, no menos de diez personas se apretujaban temprano para ver los titulares y algunos se animaban a comprar el diario de su mayor atención o preferencia. Los medios tenían una línea propia y era reconocida, respetada o simplemente ignorada o rechazada, pero nunca menospreciada.
Hoy en día, apenas se para alguien en el kiosko, pero para comprar una botella de agua, caramelos o un cigarrillo suelto. Ya no están los obreros, los estudiantes, el empleado público, un Policía o la gente mayor leyendo las portadas o hablando de las mismas, allí, de pie, conversando. Ya no están en todas las esquinas de los cruces de las avenidas los tradicionales canillitas voceando los titulares diarios: “caen los implicados, lea, lea” o el bullicio de antaño al gritar: “la pre, la cro, el co, hora” en relación a La Prensa, La Crónica, El Comercio, Última Hora.
Hoy en día apenas en alguna extraña calle tradicional pasa delante de los vehículos una señorita o un joven esperando que alguien le compre aunque sea un periódico, porque de las antiguas rumas que cargaban, no queda ni el recuerdo.
Vayamos a la televisión de noticias. Se han convertido en policiales de hora y media, noticias de sangre y pervertidos, para pasar luego a algún escándalo de la farándula o de un futbolista metido a placeres mundanos. Por supuesto, apenas dicen algo de lo que ocurre positivamente en el país o en la sociedad… eso, no vende; eso dicen, eso creen.
¿Y saben cómo cierran los noticieros? poniendo videos de Youtube porque los canales ya no producen noticias, sino que se cuelgan de los likes de cualquiera. ¡Vaya periodismo!
Además, para complementar los noticieros, han proliferado los programas de entrevistas, aburridos, de formatos copiados de su competidor, donde salvo una excepción, están conducidos por escandalosas, soberbias y muy limitadas personas -no les llamaría periodistas-, que se ponen a discutir con el invitado, buscando dejarlo mal parado de una forma u otra. No son entrevistas, es un pugilato de gritos y suspicacias, afrentas y honras mancilladas.
¿Escuchas la radio? Aquí sí hay una diferencia interesante. La increíble tendencia a poner una estación radial ha crecido exponencialmente en el país y en muchos otros de América Latina. Son estaciones pequeñas pero muy activas, que comienzan con noticieros madrugadores y mezclan programas musicales de audiencia creciente. Es una mezcla productiva y se focalizan en regiones o provincias para no depender de un discurso nacional.
Las iglesias catolicas y evangelicas/pentecostales son las principales -no las únicas- promotoras de estos medios; siembran ideas y están cosechando resultados, no tanto para la Fe que prodigan, como sí para el discurso que promocionan: antimineros, ecologistas ambientalistas, denunciando la violencia contra comunidades campesinas o nativas y mezclando -anoten eso- la música regional y los ritmos que imponen los jóvenes.
Es paradójico pero los medios aún respiran cuando el agua les alcanza la nariz, porque se empinan en sus pies de barro que se van derritiendo de a pocos. ¿Les queda poco tiempo?
Veamos la “confianza” ahora.
Nos reunimos con veinte grupos de personas conformados por gentes de todas las edades, en veinte diferentes ciudades para conversar abiertamente, nada de encuestas dirigidas o “promovidas” por grupos de interés.
Ni una sola persona aceptó o declaró tener confianza en algún medio de comunicación: confianza entendida como creer lo que dicen o publican, confianza como considerar limpieza, transparencia y honestidad en sus programas o impresos, confianza como decir el nombre de un periodista que en sus columnas, en la radio o en la televisión sea o refleje un equilibrio que permita formar opinión y no, vender “su” posición.
Así como la economía es sostenible con indicadores de confianza, los medios de comunicación sólo subsisten en base a la confianza de los lectores, escuchas y televidentes. Y ahora, eso no existe. Y ahora, la crisis es imparable.
Así como la medicina se basa en evidencias y genera medios para tratar a los enfermos y curar enfermedades, el periodismo tiene que basarse en evidencias para transmitir las noticias e informar a la sociedad.
Te invito a conversar de esto.