Hace poco más de un mes, el sábado 7 de octubre, los terroristas islámicos de Hamás lanzaron miles de cohetes contra poblaciones cviles israelíes, asesinaron a mansalva a unos 1,500 judíos, secuestraron alrededor de 300 personas y en actos de salvajismo indescriptible violaron, vejaron y torturaron a hombres, mujeres, ancianos y niños y hasta degollaron a bebés.
Desde entonces las Fuerzas de Defensa de Israel están llevando a cabo una represalia implacable que, afortunadamente, ya les ha permitido controlar el norte de Gaza, aunque las acciones no terminarán hasta que se erradique a la organización yihadista. Ante esto oficialmente las grandes potencias reconocen el derecho de retaliar los crímenes e inclusive envían armadas al Medio Oriente para impedir una guerra regional. Sin embargo, demasiados líderes europeos, estadounidenses y latinoamericanos, así como muchos consorcios mediáticos internacionales, ONG y operadores de las redes sociales –so pretexto de defender imaginarios derechos palestinos– expresan la perversidad ideológica de un asqueroso antisemitismo al cual es obligación moral repudiar activamente.
El antisemitismo es el odio irracional a los judíos. Como en época hitleriana las manifestaciones que ahora se multiplican impunemente renuevan siglos de estupidez y racismo, desde los cuales se ataca al Estado de Israel entendido no como organización política sino como colectividad judía; y al responsabilizar a ésta de afiebrada “conspiración contra la humanidad”, justifican la pretensión de los islamistas de repetir un holocausto como el perpetrado por los nazis que costó la vida a más de 6 millones de personas.
El lema sagrado de “Am Yisrael Jai” (El pueblo de Israel vive) se impondrá y será alentado por quienes no queremos ser cómplices del exterminio de una nación que nos está dando lecciones de una fuerte solidaridad y capacidad de unirse, a pesar de sus discrepancias internas, ante la adversidad.
Imagen referencial: El 9 de noviembre de 1938 los nazis destruyeron y quemaron propiedades judías en Alemania, se conoció como “la noche de los cristales rotos”. | wikipedia