Se anunciaron medidas contra la inseguridad ciudadana, ninguna con la contundencia y efectividad que se espera, ya que no se ha tomado en cuenta el centro del problema –la delincuencia- sino el entorno de otros temas que no se relacionan directamente con las soluciones.
Lo que necesita el Perú es un gestor, no un actor, menos un consultor o un fiscal. Así resulte dura esta frase, siendo más dura la realidad que los peruanos vivimos a diario, es un error tener como Ministro a quien no conoce ni sabe lo que sucede en la realidad.
Por ejemplo, construir Comisarías es una promesa de mediano plazo que no tiene efecto –ahora, en este momento- en el combate a la criminalidad. Además, se trata de una iniciativa privada que el Ministro recoge de gestiones anteriores. Puro calco y copia, hasta en el fracaso.
Volver a ofrecer recompensas al estilo Chapa tu Choro, en vez de bonificar al personal policial con premios educativos, de equipamiento para sus hogares por esas capturas, desmotiva al principal elemento en la tarea de seguridad ciudadana y además, promueve una industria informal de caza recompensas que puede tener consecuencias incontrolables.
Aumentar el salario a todos –en una institución que debe premiar a los mejores, a los incorruptibles- es nivelar el piso entre los Policías y los que no merecen ese honor.
El enfoque del Ministerio del Interior y el de Justicia no van por el lado de acciones que den confianza a los ciudadanos, como el control de los reclusos y el bloqueo de celulares usados todos los días desde esos penales. Las cárceles se han convertido en call centers de 24 horas de servicio, en cabinas de internet para seguir con el delito o perfeccionarlo en pandemia y esto, es responsabilidad de los ministros desde hace varios gobiernos, pero acentuado desde PPK, Vizcarra y evidentemente Castillo.
No existe acción conjunta entre las fuerzas policiales y las fuerzas penitenciarias. Y en medio, el poder judicial y el ministerio público se han burocratizado excesivamente. De todo este enredo, la criminalidad se aprovecha.
Tampoco se evidencia un conjunto de normas elementales que se pongan ahora y no en unos años, para sancionar severamente el pandillaje y el delito contra las personas.
Si no se ataca el delito menor, se pondera el ultraje mayor, se hace rentable cometer robos, secuestros o asesinatos mientras las personas siguen expuestas a la impunidad de los criminales.
Ninguna declaración ha sido contundente, ninguna medida es eso, medidas fuertes, evidentes, que recuperen la confianza en la Policía en el Imperio de la Ley.
Es decir, contra la delincuencia, nada. Y contra el narcoterrorismo, nada tampoco, sólo a un tal Evo andando libre cual pedófilo o mañoso al acecho, sin ser capturado y expulsado del país.