Los temas “del día a día” son como el guión absurdo de una telenovela mexicana, una andanada de esas series tontas de desamores y engaños venezolanos de los años setenta, una parodia de Porcel y Olmedo o quien sabe, si de Tres Patines y El Tornillo (que le faltaba a Usted). Es una locura constante que nos tiene improvisando estupideces diariamente (en el mejor de los casos) o nos lleva de la mano y de la lengua a discutir, debatir y volvernos expertos en ciclones, migración, crimen organizado, ecología y cuanto uno se imagine, que no es nada malo si uno desea ser un alucinante experto en todo lo que quiere imaginarse, pero que jamás ha producido o produce un punto de acción y decisión. Hablan y discuten en las redes sociales -sobretodo-, improductivamente, sin efecto, sin trascender positivamente.
Por ejemplo, la empresa REPSOL, por evidencias que todos constatamos, produjo un daño irreparable en las costas del Mar de Grau. ¿Y qué pasó luego? Nada, simplemente nada, porque esa empresa usó sus armas para protegerse y no perjudicarse, a pesar del perjuicio y desprotección ocasionados. ¿Cómo están las zonas de costa y el mar adyacente? Contaminados, no aptos para el acceso de la población. Pero durante meses de meses, se habló de ello, se gritó, se dijo y no se dijo, todos lo hacían… ¿Para qué? Para nada.
Otro ejemplo: cientos, miles de personas, en forma individual o con sus familias, circulan por el país provenientes de Venezuela, Colombia y Haití. Usan todos los accesos que se les ofrecen desde “servicios” irregulares e ilegales de traslados hacia y desde otros países, siendo Bolivia uno de esos centros de desembalse de personas hacia el Perú y Chile. Un mercado negro de trata de personas, eso es, pero le llaman “migración”. Frente a ello, ocurren desbordes delincuenciales violentos, aumenta el tráfico de estupefacientes, el menudeo del delito y la creación de un sinnúmero de minicárteles criminales.
Pero eso es lo que nos concentra en atención. Sin embargo, ¿La extrema pobreza, no es un tema que debería involucrar a todos en su erradicación, para salvar millones de vidas que no se nutren, que no se educan, que no se alimentan ni tienen esperanzas inmediatas y futuras? ¿No es imperativo generar inversiones y crear empresas y empleos, y dotar de capital semilla y respaldo de gestión formal a los emprendimientos? ¿No es un asunto de vida y dignidad acceder a una vivienda propia desde jóvenes? ¿Hablamos de lo que debemos resolver con urgencia, de inmediato, o nos inquietamos en las telenovelas políticas y la manipulación que aceptamos como guión permanente?
La distorsión de la realidad ha impuesto un desorden de prioridades, es un nuevo gen interior, una célula venenosa en constante multiplicación y produce -cosa extraña-, en los que están despiertos y lúcidos, una incomprensible ausencia de reacción, una apatía que se hace costumbre “para evitar problemas”.
En este circuito de apatía como costumbre, nos encontramos girando, girando y girando, lo sabemos, lo “aceptamos”, lo hemos “comprado” y lo seguimos pagando con sobreprecio. ¿Pero podemos romper ese circuito para convertir la apatía en acción? Por supuesto que podemos hacerlo, es nuestro deber.
Tengamos convicción para tratar lo prioritario y dejar de lado la atención a lo secundario o anecdótico, a lo que no enriquece el diálogo. La acción tenemos que impulsarla participando, hablando en familia, proponiendo ideas, lanzando propuestas realizables para el Perú. Mi tiempo, tu tiempo, nuestro tiempo, no está para tictoquear, sino para leer libros, para educarnos, para dialogar con inteligencia, para aprender más y enseñar mucho más.
La acción es ahora, no un proyecto de mañana.