El Perú es uno de los países más bendecidos del mundo por su variada riqueza y el potencial que de ella puede obtenerse con trabajo, dedicación y constancia, requisitos indispensables en una nación de valientes emprendedores, porque no se trata de un juego de lotería, ni de una suerte absoluta, sino de sabernos capaces de convertir la tierra en siembra y la siembra en cosecha permanente.
De esa tenacidad y sensatez de pocos hombres, se favorecen muchas familias completas a lo largo de los tiempos y con ellas, el país en su conjunto. Son pocos los que iluminan, son muchos los iluminados. Hay que entender que la fórmula de la peruanidad necesidad reconvertirse en “todos haciendo para todos” y no seguir en esa letanía “que pocos lo hagan hacia los demás”, porque esa es la piedra absurda de una eterna beneficiencia que hace daño, en vez de un asistencialismo temporal que impulse el progreso y desarrollo. No podemos eternizar la mendicidad, es inhumano condenar a millones a estirar la mano, cuando sus brazos y sus mentes pueden y deben ser nutridas para crecer y seguir creciendo sin detenerse.
Un gran ejemplo de lo que tenemos y nos tiene que enorgullecer es la minería, el corazón minero, la veta de progreso que nace de la constancia y la perseverancia, de una fe que se fortalece cada segundo de la vida. Y es que somos un país minero, orgullosamente minero, bendecido y enriquecido. Sin embargo, no faltan los que ven en la minería un potencial impacto negativo para los apetitos políticos desleales con el país. ¿Potencial impacto negativo? Sí, porque existen tendencias de odio y de violencia que van en contra del progreso y van en contra de la Libertad, posiciones político partidarias desde las izquierdas que incendian para retroceder, que obstruyen para empobrecer y eso, es algo que hay que detener de inmediato porque ya ha causado demasiado daño.
Nuestra historia minera es de grandes retos y grandes beneficios, eso es innegable. Millones de personas se benefician del trabajo minero, de su ayuda social, del impacto en la relación agua y agro gracias a la minería. Ni una sola industria es tan o más sostenible en sus objetivos medibles en el tiempo, que la minería. Y por eso, hay que incentivar su despegue múltiple.
Si todos los impuestos (incluídos Canon y regalías) se hubieran usado eficientemente por los gobiernos regionales y las municipalidades que los percibieron en obras integrales de educación y nutrición, salud y saneamiento, habilitación urbana y desarrollo habitacional, para citar sólo tres grandes rubros estratégicos, en estos momentos tendríamos poblaciones liderando la modernidad y el éxito, pero no ha sido así, porque las burocracias se han comido los impuestos y los políticos han desaparecido las oportunidades. Ese no es el camino que ha impulsado la minería formal, al contrario.
Hoy que estamos en una especie de tiempo de espera hacia el 2026 o algo antes, tal vez, es preciso mirar con amplitud a la minería y darle proyección y protección. Tenemos posibilidades de inversiones que superan los 50 mil millones de dólares con un impacto que alcanza cifras inimaginables hacia nuestra economía. ¿Podemos dejar de lado esa exitosa oportunidad para hacerle caso a los políticos del odio, la agresión y la violencia? ¿Tenemos acaso que volver a seguir perdiendo nuestras opciones de éxito como país?
Se requiere corazón minero, emprendedor constante –esa es la palabra, constancia- y decisión imparable hacia las acciones que abran el camino a la inversión inmediata de minería productiva, como la que nos ha hecho hacer historia de ejemplos invalorables.
El Perú no puede estar dependiendo de gobiernos oportunistas y congresos de oportunistas, porque nos hacen perder las oportunidades. Es hora de volver a los rumbos de la minería que puede abrir la veta del progreso.