Lo que viene sucediendo en el Perú, sobretodo en la zona que comprende la ruta del contrabando y el narcotráfico desde Bolivia, por Ilave en Puno, constituye un gravísimo precedente del abandono de la seguridad nacional y el orden público, en beneficio de los diversos grupos extremistas de la izquierda radical que han tomado el control de una zona históricamente conflictiva, agresiva y llena de convicciones de “necesitar enfrentarse” a los demás y hacer uso de su propia escala de antivalores para imponer su “justicia y privilegios de raza”.
No es difícil de comprender que esa ruta del narco-contrabando se ha fortalecido durante más de treinta años, en especial con la escandalosa impunidad con la que opera “la Culebra”, una poderosa organización delictiva que suma mini cárteles y grupos de presión conjunta, comprando autoridades e imponiendo sus propias “leyes” en base a la corrupción, la impunidad y una exitosa mezcla adicional de odio y resentimiento que ha calado en el pueblo y en sus políticos, cada uno de ellos ausente de identidad nacional, ausentes de peruanidad.
¿Duele decirlo? Por supuesto, pero hay muchas culpas, demasiadas responsabilidades y crecientes dudas sobre si habrá paz y orden, respeto y libertad en esa zona donde “se debe pedir permiso para izar el pabellón nacional, para que patrullen los Policías o para que se desplazen las Fuerzas Armadas”, como si fuera una zona liberada y a la vez, administrada en una suerte de informalidad impuesta como nueva legalidad autoritaria.
Alguna vez lo comentamos y no nos entendieron: No es un tema cultural, ni antropológico ni histórico, sino una siembra de antivalores generando ideologías del daño como aspiraciones para enriquecerse y tener poder. Es la legitimidad del delito como modus vivendi, al que no se le puede poner un rechazo, porque desde niños se les ha introducido en el daño, para hacer más daño progresivamente. Y si se le suma el odio generando más odio, la bomba está lista para estallar y diseminarse en amplitud.
Las izquierdas creen que van a ganar réditos en esta complicada “nueva escena”. Algunos sectores del gobierno consideran que no hay que ponerse fuertes, sino darles señales de no querer pelear, cuando no es pelear el imponer la Ley (por eso, es un error fatal el poner ahora, la otra mejilla y dejar las armas de la protección ciudadana). Lo que sucede es que el idioma y el aire que se respira en la zona de influencia de Ilave y los que se dicen de la región Aymara, es muy difícil de comprenderse y asimilarse para deducir qué hacer y cómo hacer una ruta de entendimiento y pacificación. Y, por si acaso, no es repartiendo como siempre, el dinero de nuestros impuestos a los que incendian, destruyen y matan.
¿Qué seguirá a este caos, violencia y organización de clanes delictivos liderando la protesta popular? No será la caída del gobierno, sino su radicalización porque… porque Dina quiere pasar a la historia y alguien le ha dicho que sólo los “buenos” dictadores pasan a la historia y son amados por la mitad de sus pueblos y con eso basta y sobra, pero se equivocan. Dina no tiene altura, discurso, liderazgo ni empeño, es una marioneta frágil, nacida, criada y malcriada en las izquierdas que dicen querer destituirla o presionarla para que renuncie, pero en verdad esperan sus cuotas de sangre, para tener sus cuotas de dinero público, como sea, donde sea, de lo que sea.
Cuando las izquierdas extremas y caviares se enfrentan por el mismo sueldo público, lo peor está por venir y los crímenes del odio, quedarán sin castigo.