Estamos en la universidad y me preguntan ¿De qué sirve estudiar, ser honesto, trabajar y ser un buen padre de familia, si cualquier imbécil puede llegar a gobernar y decidir que todo lo que hemos avanzado se detenga y comience el retroceso, a punta de corrupción, odio legitimado y abusos que se hacen oficiales? ¿Es necesario ser tolerantes con los que quieren y demuestran que pueden destruir la convivencia social, la paz y el progreso de nuestros pueblos?
El Perú, lamentablemente es una consecuencia de torpezas hoy en día y no la hermosa mirada en el horizonte extraordinario de una nación que tiene todo para ser un gran ejemplo y permanecer destacando en cuanto se proponga y decida. El Perú es una especie de nuevo animal, de nuevo compuesto orgánico, de una nueva forma existencial por la cual trata de generarse daño y sentirse alegre con ese daño, porque se autoinflinge heridas terribles, se hiere a sí mismo hasta mirándose en el espejo y sucumbe bajo su propia daga. Y lo sabe y lo repite cada día, mirando como el que sabe lo que hace, sintiendo como el que sufre el dolor que se ha causado a sí mismo, pero convirtiendo todo eso en una práctica tolerable, propia de sus nuevas raíces de podredumbre sobre las cuales no hay nada que se eleve.
Me dicen que no lo diga, pero lo afirmo: Nadie se atreve a caminar y pelear con fuerza, a diario, sin descanso, sin desmayo, sin comodidades en el trayecto. Todos esperamos que alguien lo haga, o “alguienes” lo realicen, para luego pensar en voz alta sus defectos, sus cosas que no nos gustan y negarle posibilidades sin mirarlo y sin decírselo, pero al momento de tenerlo cerca no faltará esa hipocritísima frase “cuenta conmigo” y luego, nos damos media vuelta, no acompañamos, nos perdemos en silencio, apagamos el celular, nos hacemos los desentendidos hasta que “algún día,” nos volvemos a encontrar y repetimos la misma frase de vergüenza… “cuenta conmigo, yo te apoyo”.
Ocurre que ofrecemos y nos olvidamos por envidia, ocurre que cantamos “contigo Perú” en los momentos -esos, tan temporales, tan rápidos- que a nosotros nos gustan, no en los momentos de dolor, tensión, sufrimiento y angustias, en los que tenemos el deber de sentir esas notas como una canción de ánimo que congregue a todos. Eso no sucede, porque pensamos que no es el momento todavía o que en esa canción no se involucra la protesta, la política, ni la democracia, ni la libertad, como si esas cuatro palabras –para este ejemplo- fueran sinónimos para tiempos precisos de repulsión, siendo en realidad, palabras de resurgimiento ciudadano en todo momento, desde el grito de gol para clasificar, hasta el grito de la marcha para alzar los brazos y recuperar el fruto prohibido de la Libertad.
Somos tan tontos que excluimos y menospreciamos lo que nos une. Una canción, la comida, el fútbol, la guitarra, el cajón, el olor de nuestra tierra, la amistad y la fraternidad del abrazo, el viento andino que refresca el pensamiento sobre el horizonte y la brisa amazónica que impulsa la alegría y la constancia del trabajo. Rechazamos nuestras canciones, la letra del Himno Nacional y el discurso de la Patria. No rendimos homenaje permanente a Grau, Bolognesi y Quiñónez, sino que dejamos que dos delincuentes reemplacen esa imagen del ejemplo hacia nuestros hijos, creando nuevos héroes en las calles donde pelean los peruanos entre sí, para seguir destruyendo el futuro. Nos despojamos de la grandeza y reivindicamos la estupidez, rechazamos la educación cívica y compramos la alienación del lenguaje que reemplaza la verdad por la mentira, huimos de la filosofía porque requiere esfuerzo intelectual, abandonamos la historia del Perú porque el mundo pasó a ser uno, pero no nuestro.
Y yo digo entonces y elevo mi voz diciendo que hay que golpear, hay que limpiar el camino y reconstruir la política, para también reconstruir los caminos de la libertad hacia una mejor democracia. ¿Cuánto más soportaremos?, ¿Es esa la pregunta?
No, la pregunta es ¿Cuántos más soportaremos? Y la respuesta por ahora es que no lo sabemos, porque gracias a Dios tenemos fuerza y entrega, gracias a Dios tenemos fe y esperanza, gracias a Dios, ni el comunismo, ni el socialismo, ni ninguna de esas máscaras que se usan ahora con distintos nombres pero igual cuerpo del delito, van a tumbar nuestros principios y valores y además, tenemos decisiones y hemos tomado decisiones para pelear, dar la batalla, no callar y lo estamos haciendo, aunque no seamos todos los que somos, ni estemos todos los que seamos.
La lucha comienza en el pensamiento, en la palabra y en la acción, tres unidades de entrega, tres partes de un solo componente ciudadano, por nuestras familias, por el Perú que no vamos a arrodillar ante nadie.
Es necesario firmarlo. Yo lo hago.
Ricardo Escudero