Para que una persona pueda ingresar a un trabajo, a un concurso de becas, a un equipo deportivo, a una buena orquesta, e incluso a una buena universidad, debe presentar unos papeles que acrediten su talento y eventualmente la experiencia que haya tenido en los campos donde solicita su ingreso.
Las personas que buscan solicitar un ingreso a un trabajo determinado suelen dejar su cv para que los examinadores de esas entidades evalúen su solicitud y vean si reúnen las condiciones de idoneidad para el puesto que desean ocupar. Se agrega además una entrevista para conocer mejor al candidato.
Si todo procede con regularidad se produce el ingreso correspondiente habiendo escogido a los mejores.
Pero como en todas partes se “cuecen habas” también suelen entrar otros elementos distorsionadores que impiden que la elección sea justa y meritoria de acuerdo a las capacidades del candidato. Ocurre cuando se permite la “vara” y los “tarjetazos” de los amigos, por nepotismo, o por filiación política.
Incluso dándose esas preferencias los puestos requieren de la idoneidad del que va a trabajar. A nadie se le ocurre, en su sano juicio, poner una persona que va a fracasar de inmediato por su ignorancia o por tener un prontuario que lo descalificaría de inmediato.
La insana elección de los incapaces con antecedentes de una conducta delictiva
Cuando unos delincuentes quieren hacer un asalto para robar o asesinar, no le piden a los cómplices un Curriculum Vitae con una trayectoria virtuosa de honradez e idoneidad. Les interesa más un prontuario de hazañas delictivas: robos, asaltos, muertes.
Les interesa gente que no tenga escrúpulos y sean capaces de todo, gente que mienta y que deseen por encima de todo el poder, gente resentida que desea vengarse, gente con odio.
Cuando llegan delincuentes a los mejores puestos, se apoyarán en otros delincuentes. Nadie más los puede apoyar, y por lo tanto les interesa abrir las cárceles para dejar libres a los que les puedan ayudar.
Como estos facinerosos suelen tener “rabo de paja” la disyuntiva para cada uno es la cárcel o el poder. Es un poder donde todos están “amarrados” por los delitos que han cometido, es entonces cuando se comprometen a no traicionarse. El traidor es castigado por los delitos que cometió. Se van contra él sin ninguna misericordia, para destruirlo.
Los “prontuariados” son salvajes que han perdido la moral, su conciencia es totalmente laxa y son fanáticos de unos ideales que han conseguido de una manera brutal e ilícita, sin méritos propios. Solo interesa una ley, la de la selva, donde el más fuerte (el más sanguinario) es el más poderoso. Lo vemos en la historia de civilizaciones donde predomina el terror. Ahora lo estamos observando en los Talibanes.
¿Quién puede defender algo así? No hay más que echar un vistazo a la historia y a muchas situaciones del mundo actual. A todos nos toca decir la verdad y defenderla.
Fotografía, captura de pantalla, Canal N