Los políticos siguen engordando, mientras el pueblo sigue sufriendo. Los políticos siguen robando, mientras un país sigue sobreviviendo como sea, pero jamás delinquiendo. El Perú camina agachado, mientras los políticos usan las leyes a su antojo y hasta golpean a los más pobres para seguir teniéndolos agachados. La espalda duele, la mirada sufre, el dolor se aguanta, estamos cansados y en silencio. Ese es el gran problema: en silencio y cansados, soportando en silencio.
¿Es necesario estallar o reventar en cólera para cambiar lo que sucede? A veces pienso que sí, pero me da temor que la crisis popular desboque en violencia generalizada y en ese caso, como no tenemos líderes y ni siquiera caudillos, los políticos van a apelar a la suciedad legal para usar la violencia institucional contra las protestas, hasta aplastarlas rápidamente. Eso es muy peligroso cuando el gobierno es controlado por las izquierdas autoritarias que se muestran con rostro pacifista, porque siempre son –en situaciones de crisis popular y protesta general- las que imprimen con odio la represión.
¿Pero qué hacer entonces, hablar en voz baja? A veces creo que es necesario generar un lenguaje “de uno a uno, de uno con todos” mediante el cual hagamos cadenas de información y cadenas de reunión, cadenas y eslabones de rebeldía constante sin perder los objetivos pero, ¿Tenemos objetivos que nos unan a todos? ¿Estás incluido en un mismo sentimiento de lucha? Y lo más importante: ¿Te incluyen?
Es necesario levantar mensajes que generen unión, para organizar y conquistar objetivos sostenibles que vayan escalando en el tiempo y en el impacto, para que se vean y los demás digan: es posible vencer el miedo, es posible derrotar a los políticos, es posible cambiar el rumbo de un gobierno de odio y ponerlo en su lugar, pero no para ser reemplazado por otro del mismo sentido y odio, eso sería fatal.
¿Cómo hacer todo eso, si en el país estamos divididos entre los que más sufrimos y a los que nada les interesa lo que nos ocurre? -me dicen en lo alto de los cerros, en lo profundo de las calles sin pavimento, en la dureza de las piedras que se juntan en el camino-. Y yo respondo que es necesario decirlo y no callar, muchas veces es imperativo explicarlo, ahora es urgente visibilizarlo y proclamarlo. No se debe callar más, no se debe soportar más, porque nos están llevando a la costumbre de vivir agachados y en silencio, aceptando eso –casi de rodillas-, mientras pocos respiran sobre el borde del agua y otros, perecen ahogados.
El Perú está muy dividido, muy alejado entre sí mismo, ese es el gran problema: crisis popular y desborde del Estado. Y por eso, la interminable cifra de pobreza, hambre y ausencia de trabajo digno se hace extraña para los que no sufren de esa realidad y se hace costumbre vivirla para los que aceptan en silencio vivir así (porque creen que esa es su condena perpetua).
Debemos revertir la costumbre del silencio y demostrar que las palabras de Libertad y rebeldía son el camino hacia el orden que debe tener una mejor Democracia para todos. Hay que hacerlo, desde los cerros y los campos, desde las fábricas y las universidades, desde el comedor popular y el mercado, desde las oficinas y las calles, plazas y barrios, con todos, unidos, sin visitas “una vez o quizás una vez diciendo que ya volveremos”, sino compartiendo el esfuerzo, la voz, la palabra y la mirada para reconquistar el sueño y la esperanza. Es posible.