En realidad, lo que ocurre comúnmente en el país, no es de antología, sino que forma parte de la historia natural del desastre que nos envuelve todo el tiempo. Puede resultar inconcebible, pero es lo que al final de cuentas va a ser considerado -en nuestro subconsciente subdesarrollado- como “lógico” y hasta predecible. Estamos dentro de un remolino que nos gusta -así me digan lo contrario-, porque no salimos y continuamos dentro del mismo, a pesar que sabemos que nos daña permanentemente, nos perjudica a diario, nos hunde más y sin embargo, de inmediato cerramos los ojos para no ver la realidad que aceptamos (de la que después nos estamos quejando).
Los peruanos somos una masa bipolar uniforme que no está confundida, sino que quiere seguir confundiéndose.
Entonces, ¿qué nos ocurre que sabiendo el mal donde nos hundimos sin parar, sucede como que lo promovemos y aceptamos contra nosotros mismos? Es sencillo responderlo: “hemos comprado mentalmente” a menudo, que estamos conformes con el sometimiento y no haremos nada, porque “es así pues”. Entonces, otra vez, ¿qué país tiene como sociedad un comportamiento esquizofrénico? Un país que ha destrozado a su sociedad civil y la ha convertido en el apéndice de lo que dictan y deciden cárteles de la política militante y activista. Somos una mezcla de manipulados y atormentados, que seguimos en constante silencio, que no explotamos con cólera ni con una sola voz de protesta sostenida, porque esperamos el milagro de ubicar un líder, un caudillo que sea lo que nosotros NO hacemos: alguien que va a dar la cara y hablar en voz alta.
El gran problema, adicional, es que no se trata solamente de rostros y voces gritando o enfrentándose a todo el mundo en nombre de los demás, sino que no se presentan ideas, ni propuestas, ni se promueven acciones, ni se quiere tomar decisiones. Así, al remolino gigantesco lo rodean remolinos pequeños de donde nadie sale porque terminan cayendo en el gran hoyo de la locura social peruana, llena de violencia, caos, anarquía y desorden.
¿Y existen culpabilidades para estar y seguir así? Evidentemente. Las izquierdas han dado demasiados motivos de daño a la institucionalidad, socavando principios, destruyendo fundamentos, desprestigiando tradiciones para confundir más a las personas. Han cambiado el significado de lo inmoral, por una nueva forma de moral al gusto de quien la genera con odio y la hace parecer “correcta” ahora.
¿Puede la Democracia peruana estar envuelta en todo este caos, anarquía, violencia y desorden, al punto que se estaría extinguiendo cada día más? Lamentablemente sí.
La reflexión final es que no debemos apagarnos, no debemos cerrar nuestras mentes ni dejar que las izquierdas del odio sigan produciendo nuevas costumbres, nuevas definiciones, nuevos estados mentales de igualdad en el silencio obligado “porque no se puede hacer nada que no sea una respuesta violenta, fatídica, subversiva”.
La batalla ciudadana es por recuperar todo el concepto de Democracia y toda la fuerza de la Libertad. Y para esa tarea, hay que acabar con las izquierdas definitivamente.