En medio de gran fanfarria un grupito caviar acaba de publicar su “Manifiesto por la Democracia”, autopresentándose como demócratas que reclaman la salida a la crisis política vía el adelanto de las elecciones generales. Por supuesto, como el papel y la pantalla aguantan todo, tienen derecho a hacer su número circense, y nosotros tenemos el derecho a refutarlos y despreciarlos.
Sin entrar a detalle al análisis de cada uno de los suscriptores del documento de marras (y conste que dos ya han retirado su firma), se trata esencialmente de figurones que políticamente no son respetables. Prácticamente en su totalidad no tienen trayectoria democrática, sino prontuario. Guardan nexos con gobiernos pasados absolutamente cuestionados por su naturaleza ilegítima como los del golpista Vizcarra y el miserable usurpador Sagasti. Brilla una traidora de los ideales social cristianos del PPC y aúlla, entre otros, el rector de una universidad pública quien ofreció como guarida el campus a su cargo a la banda de los subversivos que a principios del año pasado intentaron “tomar” Lima con piedras, palos y dinamita. Por supuesto, no falta la limítrofe exministra que vejó a los comandantes de las FF.AA. haciéndoles vestir mandiles rosados sobre el glorioso uniforme de la patria.
Su predicamento respecto a que “Los peruanos necesitamos lograr un consenso por una salida pacífica y constitucional o por el adelanto de elecciones generales para ir hacia un periodo de transición, con un plan concreto consensuado para la gobernabilidad democrática y la urgente reactivación económica” resulta retórica pura, busca impresionar sin lógica ni razonabilidad. Se trata, en síntesis, de un pastiche que toma elementos desgastados de dos entidades profundamente repugnantes para la conciencia democrática nacional: el Partido Morado (hoy reducido a error estadístico) y la Asociación Civil Transparencia.
Ambas entidades son globalistas, apologistas de la ideología de género, antiperuanas y gramscianas. Desde su deleznable posición caviar fueron cómplices no solo del vizcarrato y del golpe de Estado contra Merino, sino que alcahuetearon las “reformas” que dieron a luz instituciones antidemocráticas como las de la “denegación fáctica” y la Junta Nacional de Justicia, entre otras. Apoyaron el fraude electoral y no se atrevieron a oponerse militantemente contra las atrocidades de Pedro Castillo.
Por éstas y muchísimas más razones que no podemos resumir en una columna tan breve, que no engañen a nadie, la propuesta de estos arribistas no es hacer una república de oportunidades, sino una república de oportunistas.