Si nos fijamos en el desenvolvimiento de los Ministros de Estado y sus equipos (vice ministros, directores, asesores, etc), unos cuantos están en el centro de la atención pública predicando escándalos y odios, y otros en cambio, siguen dando vueltas en el mismo círculo de la ignorancia, la ineptitud y la mediocridad -patrimonio de la ultra izquierda peruana-, causando irritación, enfrentamientos o desilusiones en sus propios votantes, en los culpables de su existencia burocrática.
Si nos fijamos en el desenvolvimiento de los Congresistas, ocurre exactamente lo mismo, con la diferencia que aquellos que no escandalizan, o que están trabajando –bien o mal, no lo sabemos- o andan escondidos por sus propias limitaciones, al final se ven envueltos en la sábana sucia del desprestigio, la complicidad o la cobardía para decidir algo bueno para el país. Si alguien o algunos se salvan, es bien difícil separarlos del tumulto de la estrechez y la miseria.
Para la pelea conocemos a los representantes de cada lado y el protagonismo que les gusta resaltar, eso es lo que aleja a los ciudadanos, en especial a los más jóvenes, de la participación en política, sobretodo en la actividad partidaria.
Es entendible que existan diferencias entre gentes honestas y transparentes, eso es saludable en una Democracia pero no ocurre así hoy en día porque los dos principales poderes del Estado desbordan de todo lo que se pueda denominar negativo. Resulta inaceptable que aquellos que ocupan ministerios y el congreso -en su mayoría-, sólo sepan encender odios, discusiones absurdas, resentimientos y pérdida de tiempo
Si se cometió un error, se debería corregir ese hecho, no tienen que ocultarlo porque eso sería legitimar el error para convertirlo en prepotencia y abuso del poder o medio de corrupción desde el poder. Si se quiere definir como error a un delito, ya estamos hablando de impunidad, ni siquiera de corrupción. En esa etapa nos encontramos hoy en el Perú del socialismo del siglo XXI.
Creo no equivocarme al afirmar mi opinión y decir que el Presidente de la República está rodeado de malhechores en el ejercicio del gobierno y además, que él mismo es parte de ese círculo de suciedad política.
Veamos algo de cada día: los resultados en materia de seguridad ciudadana, un tema urgente que se prometió encarar desde la campaña electoral, son desastrosos. Los avances en de salud pública no sólo no existen, sino que los planes o anuncios resultan desalentadores. Las acciones referidas a protección del medio ambiente, están ausentes de evidencias en la opinión pública. La terrible situación de niñas y jovencitas expuestas a un maltrato ofensivo sobre sus cuerpos y vidas en zonas de minería ilegal, simplemente han aumentado. El desequilibrio financiero del sistema nacional de pensiones no da para más, no se acepta su cierre y reconversión en un pilar de ahorro individual, mientras se condena a miles de trabajadores a no tener jamás una pensión en la administradora estatal, a pesar de estar cotizando para eso.
Mientras tanto, los esfuerzos privados en materia de trabajo se van perfilando, van sobreviviendo a pesar de posiciones radicales en los sindicatos o el boicot del estado. Mientras tanto, los esfuerzos en el sector producción siguen alentadores, al igual que en agricultura, a pesar de la violencia promovida desde el gobierno. Pero eso no es el centro de atención de la gente porque los medios desvían la información sobre la realidad.
Entendimientos con los que no te apoyaron para ser elegido es un imposible, invitación pública para acuerdos de gobernabilidad no se dan, encuentros de voluntades es una ilusion siendo lo urgente.
Si están desesperados por no saber gobernar y por querer seguir sembrando odios y resentimientos, violencia y agresión a toda palabra de la oposición ciudadana, lo peor es que nos trasladen esa desesperación… pero ya caerán, porque el delito y el odio son una mezcla que explota a causa de sus propios instigadores.