Despavoridos, caricaturizados, disminuídos y huidizos: ¿Caviares en su tumba?

"Se quejan de todos y por todo, pero ahora que están cayendo sus momias y fetiches, hablan de lo inmaculados que son...mentirosos"

Les duele porque les duele, les arde porque la piel se les revienta y la urticaria del odio los consume a una velocidad inimaginable, porque el reino del cártel caviar no da para más, ha sido sacudido y herido en su núcelo de impunidad, por una lanza llamada La Verdad, solamente la verdad y nada más que la verdad.

Han salido en tropa, manada y asnada a insultar con ventilador y ráfagas de aire mal oliente, como si se dejaran salir los eruptos de sus maldades, fabricados en un reflujo contaminante. El prócer del periodismo de atropello, de barricadas y bloqueos, el de las botellas del cholo “sano y sagrado” del Melody al cual él también acudía “con su hombre de confianza” (a atorarse contra el muro de sus lamentos), está calladito por ahora, porque exige a sus tropas que se muestren en lealtad y lo defiendan como sea, inventando como siempre algunas frases cargadas de “Fujimori”, “Apra”, “Alan” o lo que suelten para tapar lo que es evidente: un gran corrupto, chantajista y extorsionador, el mayor eje de la corrupción mediática y de sus operadores caviares, ha sido señalado públicamente y debe y tiene que caer en la senda de la Justicia que él, el vampiro mayor, no seguirá manejando jamás.

Los caviares que dicen “no me digan caviar”, se quejan de todos y por todo a diario, pero ahora que están cayendo sus momias y fetiches, no hablan de lo inmaculados que no son estos mentirosos, sinverguenzas, traidores al Perdiodismo nacional, hechiceros de maldad, brujas sin cuello de escobas afiladas para servir de chaveta contra la democracia. Lloran en privado y se sienten aún dueños del poder cuando salen a la calle de sus lujosas residencias mal habidas, a insultar al transeúnte que les dice una, diez, cien verdades que son la voz del pueblo hecha indignación.

Están cayendo y la gente lo va sabiendo, tienen que caer y purgar condena, todos lo caviares que han hecho de su historia de odio, una perversidad constante que no midió ni la vida, ni el sentido del respeto sobre la vida ajena.

 

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