Con decenas de muertos, centenares de heridos y sin estrategias claras comienza una semana más de desastre político por culpa personalísima de Dina Boluarte y Alberto Otárola, quienes han cedido a la extorsión de las ONG y el sistema interamericano que trafican con los DD.HH.
Están atrapados por su pasado vinculado a la izquierda radical, recuérdese que ambos saludaban al golpista Castillo en su convocatoria a una ilegítima constituyente. Solo tras negar mañosamente sus ilícitos penales Dina se convirtió en presidente de la república y Otárola en primer ministro de un régimen transitorio con una sola misión: restablecer el principio de autoridad defendiendo la integridad territorial frente al ataque internacional secesionista, subversivo y de accionar terrorista, lanzado por el Foro de Sao Paulo, el narco socialismo del Vraem y el Chapare, el Runasur y la alianza maldita de la Coordinadora Continental Bolivariana que aglutina al neosenderismo, al energetismo y a una larga lista de organizaciones financiadas por Castillo durante las sesiones descentralizadas del Consejo de Ministros.
Pero el estado de emergencia no se cumple, permite y alienta las manifestaciones públicas pese a que están explícitamente prohibidas; la PNP y las FF.AA. contienen a las masas violentistas privadas de sus armas de reglamento. Es decir que están haciendo el experimento más estúpido jamás visto en ninguna democracia real de permitir que los subversivos paralicen y destrocen el país, mientras las fuerzas del orden se sacrifican estoicamente.
En consecuencia regiones como Cusco, Puno y Madre de Dios siguen aisladas, la red vial está interrumpida en decenas de tramos, el país yace atemorizado, la economía está en recesión. En suma avanza la guerra molecular disipada frente a la cual, pese a tener recursos, el Perú cede mansamente y tolera inclusive la intromisión de potencias extranjeras.
Sibilinamente Dina acusa al Congreso de la República, pretende un irracional adelanto de elecciones, vuelve a amenazar con la constituyente, cede ante el chantaje de los terroristas y tiembla ante eventuales juicios por derechos humanos. Es un pollo asustado e inservible mientras Otárola apenas hace fintas para la tribuna pero no resuelve. Así las cosas, el reclamo es unánime: si son tan incapaces y temerosos, renuncien. No le hagan más daño al país. La sucesión constitucional prevé una salida orgánica y el general Williams puede asumir con mayor entereza la pacificación primero y luego la convocatoria a elecciones con el paso previo de reformas políticas y constitucionales.