El país violento y enfrentado donde estás ahora sentado leyendo, es imaginario, porque el tuyo lo llevas en el alma y en el corazón, pero el alma se encuentra herida y el corazón no para de sangrar, sollozando en la incertidumbre, maldiciendo en la incomprensión. Y alrededor de todo, bailan furiosos los danzarines del fuego más vil y pernicioso de la historia, aquellos cuyas fórmulas de vida se resumen en tres palabras: caos, odio y sangre. ¿Te das cuenta del resultado de la suma de esas tristes palabras? Un país en anarquía e indiferencias y a la vez, en silencio mucho tiempo, hasta que aparece la nueva forma de guerra civil, todos los días, insistentemente.
¿Cómo hemos llegado a este punto de no retorno? ¿Cómo se dice “ya basta” y sin embargo, nadie se desgasta por el país y todo tiene la misma escenografía, para la misma película que vemos rodar a diario? Piensen, piensen varias veces antes de pensar. Es el Perú descompuesto que por más de cincuenta años ha ido destruyendo todo lo que sea real o irreal, o sinónimo de institucionalidad. Por ejemplo, los “viejos” partidos políticos y el Congreso de la República.
Y aquí viene una pregunta interesante: ¿Existen “nuevos” partidos políticos? No, lo que se crearon o creyeron que iban a funcionar, son organizaciones “informales” de grupos de presión y de grupos de poder (de toda escala por supuesto) para cada proceso electoral que hemos pasado. Mafias, sindicatos de mafias, cárteles de mafias, partidos producto de mafias. ¿Decirlo es atrevido y ofensivo? No me interesa.
El Perú está en una nueva y dolorosa forma de guerra civil, donde las turbas que destruyen ciudades, incendian locales públicos o privados, amenazan a la población y asesinan policías, son la infantería “popular”, donde la artillería es una fábrica de armas artesanales o también llamadas “hechizas”, en la que empujar a un camarada o un humilde acompañante convencido por 380 soles, es destinarlo a su cremación. Y no se dan cuenta, y no lloran el cadáver, y no sienten el dolor porque el comunismo es una rueda que no para de matar, pero decirlo, cuesta a veces la vida misma.
Muchos “inteligentes” de las derechas, “comodones” de los centros y “miserables” de las izquierdas, de las prensas hipócritas y sumisas al dinero del Estado (o sea de cada gobierno y pagado por tu bolsillo), se encuentran en permanentes dilemas, terribles, buscando ahora dos escenarios provocados: que se convoque a elecciones lo antes posible y que “alguien” sea el símbolo de una respuesta popular. Eso, esas dos cosas, son un absurdo impuesto contra la Libertad. Claro, ahora si lo digo, soy un facho, pero como escribí líneas arriba: no me interesa lo que digan los cobardes, los comunistas y los resentidos.
Mi padre, extraordinario periodista, dijo una vez… “lee esto de un amigo español”: ¡Ten pellejo de chancho, hígado de toro, miembro de mula y dile, agáchate comunista! Así que Don Nadie y Don Nada, se pueden ir agachando.
Nota de Redacción: el presente artículo se publica hoy, en simultáneo, en el Diario La Razón