Hace días atrás tuve la oportunidad de releer los resultados de un estudio publicado –tiempo atrás – por un diario de circulación nacional acerca de las marcas de mayor recordación y las de mayor elección efectivamente. Mientras las repasaba una a una: gaseosas, bancos, cervezas, tiendas para el hogar…; pensé: si le solicitara a un grupo de niños que me dijeran espontáneamente a quien recuerdan más si a su papá o su mamá… pare de intento mis pensamientos. Pues – usando una alegoría – corría el riesgo de exponer mi reina, ante un industrioso jaque mate. Iba a claudicar ante la contundencia de los hechos cuando al seguir leyendo advertí que la distancia entre recordación y adquisición de una marca evocada, disminuye sensiblemente; es decir, que la pura recordación no impera forzosamente en la elección ni tampoco oscurece las bondades de las otras marcas. Quizá al papá no se le evoque con la prontitud deseada pero que es importante, es muy importante para sus hijos.
El Dr. Kyle D. Pruett ([1]) expone las conclusiones de más de dos décadas de investigaciones en el Yale Child Study Center and Medical Schools acerca de la importancia del rol del padre en el desarrollo físico, cognitivo y emocional de sus hijos. Siguiendo al Dr. Kyle me gustaría comentar tan solo tres conclusiones:
1.- El padre como compañero de juegos es básico en el desarrollo infantil. El juguete que más a menudo usa cuando juega con su hijo es su cuerpo. Apela menos a juegos y temas tradicionales y más al tema de excitación-exploración. Hasta las tareas más comunes de la atención física del niño a menudo son más intensamente físicas y juguetonas de lo necesario cuando las hace el padre. La psicóloga Florence Labrell ha sugerido que esta cualidad no convencional de la interacción padre-hijo (a) tiene consecuencias interesantes para los esquemas de aprendizaje de los niños y su confianza en sí mismos para ser creativos y correr riesgos intelectuales. Dicho de otro modo, la combinación de un tipo de juego más excitante, propio del padre y su apoyo, en cierta forma, menos inmediato frente a las frustraciones, promueve capacidades de adaptación y de la solución de problemas en el niño.
2.- La cantidad de tiempo que los padres pasan leyendo en compañía de sus hijos es un fuerte factor de predicción de muchas capacidades cognitivas, especialmente de las capacidades verbales muy desarrolladas en las niñas. Al leer el padre, junto con su tendencia a estimular al niño y de su atractivo y juguetón dialogo, subraya que las palabras pueden ser – entre ambos – símbolos de importantes emociones agradables y que las palabras pueden aprenderse y disfrutarse en muchos niveles sensoriales.
3.- Había sido un viaje muy largo y caluroso desde la casa de los abuelos. Sam, el primogénito de cuatro años, estaba aburrido, cansado y malhumorado: lo último que quería escuchar era hablar más de sus abuelos. De pronto, la mamá que conducía tuvo que frenar con fuerza para evitar atropellar a una tortuga que se desplazaba en medio del asfalto. Sam, olvido su mal humor y mostró curiosidad por la tortuga. El papá pidió aparcar el auto contraviniendo los deseos de su consorte. Durante más de media hora, papá e hijo investigaron al mencionado animal y cuidadosamente ambos la pusieron fuera de peligro. Moraleja: el papá había usado la tortuga como una ocasión de alentar el espíritu de aventura de su hijo, enseñarle a ser responsable con la naturaleza y había ampliado su curiosidad infantil hasta que se convirtió en un proyecto que estimuló el ejercicio de una amplia gama de capacidades. Qué hace, cómo lo hace y quien es el padre con el hijo es lo que le marca la diferencia de su futuro.
[1] Kyle D. Pruett, El rol del padre, Ed. Nexos, Vergara, Buenos Aires, 2001, Págs. 319.