¿Qué le espera a la escuela con identidad cristiana en este quinquenio que se inició con la proclamación del nuevo presidente del Perú? Es pronto para decirlo con justeza. Sin embargo, a partir de dos hechos puntuales la comisura de los labios de las instituciones educativas deberían dibujar gestos de inquietud.
Una vez más la educación ha sido declarada en estado de emergencia, para recuperar los aprendizajes y evitar que la falta de equidad siga creciendo. ¿Qué tan grave debe ser la recuperación de los aprendizajes y el crecimiento de la iniquidad que no puedan ser remediados haciendo uso de las atribuciones ordinarias de las autoridades? El riesgo de esta medida, se encuentra en la aprobación de un marco legal que de curso a cambios que remuevan los cimientos de la educación. La declaración de emergencia es una suerte de escudo tras el cual se parapeta el gobierno para actuar por libre; pero también es una falta de respeto y consideración hacia el trabajo y los logros de las generaciones pasadas.
El segundo hecho se refiere a la confirmación de la postura ideológica que abiertamente ha sido enarbolada, estamos ante un gobierno comunista, defensor del estatismo y abierto al inmanentismo. “El colectivismo afirma la prioridad ontológica de la colectividad, del todo social frente a los individuos: lo primario en el ser humano es su dimensión social. La doctrina marxista es el ejemplo más neto de esta concepción antropológica” [Gelardo, T. 2005]. Sin duda, la tónica de los actos gubernamentales será primero la ideología y luego la realidad.
Acepto que se me podría solicitar mayor precisión en cuanto al impacto que la política educativa del actual gobierno tendría en los colegios de inspiración cristiana. Sin embargo, en mi defensa debo decir que el trabajo fino y sistemático de demolición viene realizándose desde el año 2011, cuyo apogeo se sitúa entre los años 2019-2021. Desde esta óptica, el reto para las escuelas es doble: recuperar los valores y la cultura occidental –cristiana, fortalecer la institucionalidad y su autonomía. En este sentido, el liderazgo territorial se alza con fuerza. Es momento propicio para establecer sinergias y alianzas entre los diversos centros educativos, con miras a hacer frente a las políticas de corte marxista cuyo propósito es imponer el pensamiento único entre los ciudadanos para lo cual buscan anular la libertad de enseñanza y el pluralismo en las propuestas educativas.
Frente a esa realidad descrita, ¿Qué hacer? Primero, no descuidar lo urgente. ¿Qué es lo perentorio? La atención al área organizativa, administrativa y económica de cada colegio. Asimismo, de cara a los estudiantes y docentes, es urgente gestionar su retorno al colegio; evaluar la calidad de los aprendizajes y atender – si fuera necesario – sus necesidades emocionales, entre otras prioridades. En segundo lugar, atender lo importante. ¿Qué es lo importante? lo que mira al mediano plazo, a la continuidad y a la unidad. Es preciso dar noticia clara, precisa y con solidez de la identidad del colegio, a través del ideario. El ideario es el bien común que hace posible que una escuela se configure como una comunidad. Al mismo tiempo, manifiesta a la sociedad su fundamento axiológico y filosófico, de manera que, quienes elijan el colegio tengan la certeza del contenido de su proyecto educativo y, conozcan la posibilidad de participar en el tipo de educación que el colegio ofrece.
En la escuela, con ocasión de la relación enseñanza-aprendizaje, comparece la persona del alumno. De igual modo, con ocasión de la conducta del docente comparece ante el alumno, el ideario del colegio. Para reconocer a la persona del alumno, es clave entender que “la pedagogía que carezca de una respuesta de la pregunta “¿qué es el hombre? no hará sino construir castillos en el aire.” [Stein. E., 2003] La reflexión de sus implicancias no tiene que ser tarea solitaria del docente, es competencia de la escuela en todos sus niveles conducirla y abonarla con argumentos, fundamentalmente a través de su identidad expresada en su cultura.
A partir de la confirmación de la identidad, que debe permear toda la estructura y las instancias de la escuela, aparecen otros tópicos que me limitaré a señalar: a) la relación familia- colegio, que debe potenciarse con estrategias de comunicación que permitan recapitular la confianza pérdida a raíz de la pandemia 2024 y, reconstruir lo que el marxismo Gramschiano deconstruyó: familia, valores, persona, verdad….
Cada vez menos jóvenes optan por la carrera de educación y, esta tendencia no creo que sea reversible. En cuanto a su formación debe incidir en la comprensión e internalización del ideario del colegio. Otro gran tema es la formación de los sucesores, es decir, de los futuros directivos. La puesta en valor del corazón del colegio descansa en sus directivos intermedios. La sucesión cuando el director deja su puesto no debe ser traumática, al contrario, tiene que comunicar sensación inmediata de continuidad. Cada vez más la figura del director general es más “política y relacional” con los gremios, el Estado, grupos de padres, en congresos, en intercambios con otros directores; todo lo cual añade valor al prestigio e imagen del colegio.
Por último, los colegios de inspiración cristiana deben anticiparse a la sesgada e intencionada influencia que reciben sus ex alumnos en las universidades. Para inocular los antídotos necesarios de cara al embate de las ideas de izquierda, convendría revisar los siguientes cursos: historia del Perú; filosofía, principales corrientes de pensamiento; comunicación, la gramática, conceptos, signos, símbolos y las convenciones; biología: la naturaleza humana.