Cuando hablamos de la izquierda del odio, no como término peyorativo, sino como lo que es cada día esa izquierda en su discurso de enfrentamiento permanente contra todo aquello que no sea lo que les interesa imponer en la agenda nacional, encontramos que los ciudadanos “la tienen clara” al señalar a las izquierdas como una conjunción de iras y cóleras, disparando cada día contra la verdad para imponer “la nueva” la suya, atacando injustamente la débil institucionalidad para desacreditarla, organizando colectivos agresivos que se repiten en nombres y tienen los mismos dirigentes como cabezas visibles (único protagonismo de los únicos voceros que son los propietarios de esos colectivos que a la vez, se unen para formar partidos de izquierda que entran en el juego democrático que pretenden destruir… con asamblea constituyente, estallido social y nuevas extorsiones a los actores económicos de segunda línea: transportistas, minería informal, emprendedores, pesca artesanal y otros rubros masivos del mercado que está presionado por el Estado desbordante).
Las izquierdas del odio son “aculturales”, no están en la batalla cultural porque su guerra es de resentimiento y agresividad manifiesta, son elementos o tropa de combate irracional, pero se victimizan con estilo pedigüeño, con una mezcla de pedir compasión, mientras guardan la daga asesina de su violencia para destruir, arrasar y aniquilar todo oponente ciudadano. Por este motivo, cuando nos dicen el porqué del calificativo a la izquierda como “la del odio”, es en razón implícita ¿o no lo ven así y siguen creyendo que es posible una izquierda con valores, principios y virtudes? Porque si creen en tal escenario, se entiende el gran error ciudadano y la terrible permisividad otorgada a los que nos quieren eliminar como sociedad y país.
Nuestra tarea educativa y de participación política con ideas y propuestas, nace y desarrolla desde la convicción sincera que nos brinda una formación familiar, educativa y académica sustentada en valores inmutables.
Para las izquierdas del odio, es decir, para toda la izquierda en su conjunto e individualidad propia de su división constante, el proceso electoral 2026 es otra ocasión para la destrucción, otra oportunidad de caos y generación de conflictos que lleven a decisiones que los puedan hacer víctimas y desde allí, a generarse respaldo político en los ciudadanos, una fórmula que aún puede funcionar, pero definitivamente no convence, así cuenten con el masivo respaldo de los medios de comunicación y no, con las redes sociales, el arma comunicacional de la gente que está cansada de la prensa manipuladora y los partidos podridos en la corrupción y la impunidad.
Los ciudadanos saben que los candidatos y representantes de las izquierdas del odio no saben decir ni plantear ni una sola idea que sirva de impulso a la salud integral, educación, vivienda, seguridad, formalización, progreso y desarrollo nacional y por ello, denuncian a diario el circuito negativo de las afirmaciones políticas de la izquierda del odio, como “propuestas electorales”.
La izquierda es un arma letal contra la Democracia, un veneno mortal contra la Libertad.
