Leo un artículo que pregunta en su título: “¿Cuándo es posible difamar? ¿Sólo los políticos están libres de culpas?” y me viene la mente la verdad que es popular, que es de la gente, al expresar en todo momento que los políticos en el Perú se creen luminarias, intocables, ángeles de pureza inmaculada (aunque suene redundante), son, a su propio parecer, el ejemplo absoluto y la imagen perfecta de un hombre, o de una mujer, o de lo que quieran considerarse o autopercibirse. Son lo que nadie puede objetar, al contrario, son la pureza de la dignidad y el alma mater de la honestidad, la inteligencia y la cultura. No es broma, así se creen que son “ellos, ellas y lo que siga en sus géneros”.
Me da risa y a la vez fastidio. Risa casi interminable, porque son tan estúpidos e ignorantes -los políticos- que viven en un mundo paralelo tan frágil en su sostenibilidad, que cuando caen en desgracia, se les vienen pesadillas interminables, salvo que se hayan forrado de sinvergüencería y mucho dinero sucio, a fin de sobrevivir o seguir en la rueda del delito y el crimen organizado. Y me da fastidio, porque no es coherente ser espectadores toda la vida, de la misma película y de los mismos actores, una y otra vez, destruyendo a una gran nación como el Perú.
En estos días que se encuentra en debate final una “casi Ley” sobre ampliación de penas referidas al delito de difamación, una Ley dirigida contra la Libertad de Prensa y de Expresión, contra los ciudadanos y los periodistas, ese título del artículo mencionado me hace reflexionar sobre la necesidad de actuar y no seguir hablando tanto, porque para eso, para hablar, a los peruanos nadie nos gana, pero para empuñar el arma de la razón y la voz de la defensa de nuestros derechos fundamentales, parece que tenemos que inaugurar una oenegé o “buscar un espacio de tiempo”. ¿No es así?
No debemos seguir escapando de nuestros deberes, porque sino, se irán acabando nuestros derechos.
No podemos seguir permitiendo que los ladrones y las ladronas -así hay que decirlo-, que los y las criminales que usan y roban al más pobre en sus impuestos y esperanzas, sigan en la política. No puede ser que sigamos aceptando que los que no tienen buena reputación, ni honra, ni honor, hagan las leyes y condenen cuando se les señale sus crímenes. No podemos seguir siendo “el país chicha” donde para ser funcionario de Gobierno, Congresista, Alcalde o Gobernador regional, el requisito indispensable sea el descrédito.
La tarea es ahora, es desde ayer y antes de ayer. Hay que participar en política y sacar la basura que se pone al frente para impedir a los ciudadanos trabajar por el país.
Imagen referencial, diario El Comercio, traslado de la procesada Alcaldesa izquierdista de Lima, Susana Villarán, a prisión preventiva por actos de corrupción demostrados