Hace pocos días leíamos en una de las columnas de nuestro equipo de prensa de opinión editorial que el país –sino gran parte del mundo-, se encuentra en la encrucijada de querer rebelarse ante los atropellos de la dictadura sanitaria, frente a la ingobernabilidad de muchas naciones arrodilladas ante el progresismo y ese nuevo rostro de la izquierda totalitaria, pero el silencio en muchos casos y la ausencia de participación, en grandes trazos, es lo que está caracterizando la realidad existencial.
Abusan, imponen, cierran, destruyen y todos estamos en silencio fuera de casa, impávidos fuera del trabajo, ausentes de expresiones en cada segundo de la vida, pero dentro de cada uno, opinando que eso está mal, que nos están imponiendo costumbres y decisiones que limitan o aplastan nuestras libertades. Pero como siempre, ya no decimos “¿Qué podemos hacer?”, sino, ¿Entonces, qué está pasando?
Vivimos en el exitoso mundo de la imposición subliminal de la dictadura del conformismo, un mundo donde es preferible callar y dejar de protestar porque se ha vuelto “incorrecto” y porque si lo haces, te encasillan, te encajonan en palabras como “eres de derecha” o “eres conservador”, y desde las redes sociales primero, y desde los medios de comunicación, en paralelo, te destrozan, te apabullan. No te minimizan, te quieren extinguir en tu voz para que el silencio aceptado sea tu insignia de sumisión.
¿Cuántos están en las calles luchando por la Libertad? Muy pocos, poquísimos. Y no es por las restricciones supuestamente sanitarias, y no es porque la pobreza nos inunda y hay que buscar cómo llevar un pan a la casa. Se trata de un cerco mental, de un muro que nos impide tener que convertir el pensamiento en acción. En esa tarea perversa, los medios de comunicación, los grandes conglomerados que viven de la corrupción y la impunidad han hecho su tarea y la vienen sosteniendo perfecatmente hasta ahora.
Sin embargo, en las redes sociales, las que quedan, las que aún usamos con cierta dedicación y pasión, todavía se siente una llama encendida que puede expandirse si nos rebelamos a no aceptar la dictadura del conformismo, esa miserable manipulación hacia las personas, que es la nueva versión de la dictadura de las izquierdas, del comunismo vestido de muchos nombres y una bandera totalitaria.
La Libertad no es cosa de un día o de un fin de semana. La Libertad no tiene horarios para defenderla. Es una tarea constante, frecuente, secuencial, segundo a segundo. Por eso, rompe el vidrio de la dictadura del silencio que te hace ver como un cobarde, rompe el muro de la dictadura del conformismo, rebélate para que la Libertad sea una luz y las tinieblas no la aparten de tu vida.
Imagen referencial, alienación, conformismo