Las elecciones se ganan en la Mesa, no en las encuestas, tampoco en las redes sociales. Y la Mesa tiene dos ámbitos: la que nos reúne en nuestras casas y la que nos une en el voto.
Les explico un poco más. En la mesa de cada hogar compartimos estas semanas más conversaciones que antes, nos escuchamos más, ya no estamos pendientes con el celular, la radio o la televisión encendida, sino que por una decisión valiente de los Padres –por un lado-, y de los hijos –en otro ámbito-, el diálogo político está puesto en saber un poco más sobre lo que puede pasar si nos volvemos a equivocar el día de las elecciones.
Entonces, los padres les hablan a sus hijos sobre el terrorismo y la tristísima vida, angustiante y diaria tensión por saber si uno regresaba a su casa, o era otra víctima de las explosiones de los coche bomba, de una ráfaga de las armas que disparaban los subversivos contra civiles, policías o militares que cuidaban nuestras calles. Y les explican cómo esa realidad impactó en la economía, en el trabajo, aumentando la pobreza, destruyendo las esperanzas.
Y los padres no sólo les cuentan a sus hijos todo lo que se hizo para sobrevivir al comunismo y la interminable crisis económica, sino que gracias a la internet, les sugieren buscar los testimonios gráficos de esa época sangrienta y dolorosa. Y nacen más preguntas, y se comparte en la mesa el recuerdo para que “nunca más se repita la amenaza comunista”.
Los hijos, desde el otro lado, han comenzado a cuestionar lo que han visto y escuchado con Vizcarra y ahora con Sagasti: desorden, mentiras, corrupción, engaños, estafas, componendas políticas, odios y maltratos contra todo lo que significa discrepancia y oposición democrática.
Los hijos, que no compran ni leen los medios de comunicación tradicionales (periódicos), que no siguen las radios oficialistas, ni ven los noticieros de la manipulación financiada por esa dupla Vizcarra + Sagasti y sus aliados, han visto en las redes que los mayores escriben y hablan más que ayer, que gentes de bien se atreven a cuestionar a gentes del gobierno, y que las respuestas pueden y deben pedirlas en sus familias, no en la televisión, no en las radios, no en los diarios de páginas sucias.
Entonces –repito esa palabra con mayor fuerza- entonces, acuden por fin a sus padres y les piden, les exigen saber la verdad que nadie les ha explicado, más allá de libros y folletos que en los colegios maquillaron las mentiras para presentarlas como historia, al extremo que les enseñaron que no hubo terrorismo, sino “conflicto armado”.
Los jóvenes estuvieron permanentemente engañados por los periodistas y opinólogos, por los artistas y académicos alquilados por los gobiernos, pero ahora, escuchando a sus padres y familiares, han volteado la mirada a la verdad, alejándose de ese fanatismo impuesto, de esa telaraña de odios que no los lleva a nada bueno.
Hoy es muy fuerte el abrazo entre padres e hijos, entre hermanos y familias que aman a la Patria, que están diciendo lo que piensan y cuestionan la historia oficialista que escondió la historia del Perú.
Hoy los hijos y los padres, una hija con su Mamá, con la abuela, la tía que para en casa ayudando, la madrina o el vecino que mira en oración cuando los jóvenes lo saludan, hoy todos nos unimos más, hablamos más, nos entendemos mejor y eso, tiene un solo nombre: Libertad. Y la Libertad, no vamos a perderla.
Por eso este 6 de junio, vamos a ir padres e hijos a votar por Keiko Fujimori para presidente del Perú, como generaciones unidas, por un país del Bicentenario.
No estoy pidiendo un voto, exijo un compromiso ciudadano y una respuesta de los elegidos.