En el marco del seminario “Hacia una Argentina al servicio del desarrollo humano”, organizado por Cáritas Argentina, la Comisión Nacional de Justicia y Paz y la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Vicente Ojea, disertó sobre “El diálogo como camino de construcción de la fraternidad y la amistad social”.
El prelado tomó como referencia la encíclica del papa Francisco Fratelli tutti, que a su vez actuó de eje a lo largo del encuentro. “Aunque Francisco había comenzado a escribir Fratelli tutti antes de la pandemia, es notable que en este tiempo haya ido preparando esta encíclica de un modo particular, para poder vivir la crisis como una verdadera oportunidad”, dijo, y agregó: “Varias veces expresó que después de la pandemia no podemos volver a la normalidad”.
En este sentido, el obispo sanisidrense indicó que el texto trata de “animarnos a una nueva imaginación de lo posible desde el realismo del Evangelio. Hacer surgir nuevas formas de creatividad, de fraternidad y de solidaridad”.
Para el Papa esto es “tocar las bases mismas de la convivencia social”, planteó el presidente de la CEA. Por esto, agregó, “Nos llama a hacer contracultura con una cantidad de hábitos sociales que debemos cambiar y que el Papa lo propone como un sueño para nuestra convivencia social”. Del mismo modo, “al describirnos este sueño, Francisco nos está diciendo que ya no queda otra posibilidad para sostenernos como humanidad”.
En referencia al mundo actual, el obispo reflexionó que “se trata de una contracultura, muy difícil de vivir en un mundo globalizado, el cual nos ha ido haciendo perder la identidad cultural de cada pueblo. En un mundo de consumidores, estamos más aislados que nunca”, afirmó. Por este motivo, afirmó, “debemos intentar adentrarnos en la aventura de este cambio culturar. Vivimos en un mundo antievangélico. La que hace esta cultura es anestesiar y adormecer una cantidad de potencialidades para no poder desplegarlas en la realidad”.
Mencionando a San Francisco de Asís, monseñor Ojea dijo: “Para que él pueda llamar hermanos a todos, la clave está en la pobreza. Hermanarse para poder experimentar la fuerza del amor universal”.
Más adelante, el obispo sanisidrense hizo alusión a la vida como “tiempo de encuentros. Estamos hechos para obrar encuentros y los encuentros de nuestra vida van preparando el encuentro final. La vida subsiste donde hay vínculos. Estamos hechos para el amor, pero tiende a expandirse. Un enamoramiento profundo me hace ver a la vida y a los demás de otra manera y me enriquece de una manera que me convierte en mejor persona. El amor profundo hace que mejoren todas las áreas vinculares de la vida. El amor tiende a expandirse dirigiéndome a una dimensión universal”, sostuvo.
“Hay un hombre caído y un hombre que se detiene, unidos por la igualdad en dignidad. El buen samaritano se ve a sí mismo en el hombre caído. Los dos reciben, el que cura y el que es curado. Todos nosotros somos curados a través de la vincularidad que nos hace reconocer nuestra dignidad humana en el hermano caído”.
En otro tramo de su exposición, monseñor Ojea describió a dos tipos de personas: “las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo”. Y explicó que “la misma dignidad es la que me lleva a indignarme y a alterarme por el sufrimiento humano al costado del camino, así yo puedo dedicarme a atender al hermano caído”.
En este sentido, mencionó al diálogo como “indispensable para vivir un mundo diverso”. El vínculo con las diferencias es “la clave en la encíclica”, afirmó, refiriéndose a las diferencias en los discapacitados, en los migrantes, en los que tienen distintas opciones políticas, distinta educación, entre otros. “Entonces, ¿de qué modo podemos conjugar la diferencia en un mundo donde ya no se debaten ideas, sino que se intenta destruir al adversario?”, se preguntó.
Frente a esto, el prelado aconsejó “buscar un consenso, una base común”, que “debe estar afirmado en valores, y el Papa señala el valor de la dignidad de la persona humana. Esto nos puede permitir encaminarnos en vías del diálogo. Y aunque encontremos tensiones, en su resolución está el progreso de la humanidad”, manifestó.
Hacia el final, habló del pacto social que, “debe ser cultural”. “El pueblo de Dios está continuamente caminando, haciendo historia, buscando su proyecto, buscando identidad y un estilo de vida. Entonces los acuerdos tienen que contemplar el camino de este pueblo”.
Y aunque “la paz es trabajosa”, “es artesanal”, dijo. El camino hacia el diálogo lleva a la paz. “El Papa también habló de la amabilidad, el cuidado de no herir, el intento de aliviar el peso de la vida en el otro, alentar en lugar de despreciar, dejar a un lado las propias ansiedades para ofrecer un espacio de escucha. Hoy no suele haber tiempos ni energías para tratar bien a los demás y decir permiso, perdón y gracias”, agregó citando al Pontífice.
Finalmente, y para lograr esta armonía social, monseñor Ojea propuso “buscar ponerme en el lugar del otro, conocer su historia, pensar en ella, qué me dice, porqué se enoja, qué le duele, porqué reclama, porqué la cerrazón… Y para esto la virtud clave de la escucha, porque nos espera un camino en el que tenemos que usar algunas gotas de miel para poder ayudarnos a vivir mejor”, concluyó.+