En las izquierdas existe una cantidad importante de repetidos “ex candidatos” que se presentan siempre, en cualquier elección, a cualquier cargo público. Son frustrados dirigentes y frustrantes postulantes que siguen en un ritmo tradicional y frenético de ser eternamente candidatos que siempre resultan siendo perdedores por no recibir respaldo popular en votos, frente a otras personas que los derrotan.
Es dura y penosa la situación de estos dirigentes y candidatos de las izquierdas de todas las especies –es que son tantas izquierdas que da para un diccionario de la incapacidad-, que en cada proceso electoral cambian de nombres a sus colectivos, organizaciones, partidos o alianzas electorales, bajo sus envejecidos rostros de la derrota.
Verónika Mendoza es el caso más patético y repetido de fracaso absoluto y le siguen infinidad de nombres que se precian de ser “importantes”, no pasando de estar a veces en un set de televisión o en algunas portadas de la prensa resentida o de la prensa de alquiler para dar sus opiniones y análisis sesgados sobre el acontecer nacional.
Sin ideas, sin propuestas, las izquierdas han logrado que el antifujimorismo sea un discurso de odio. No les importa si se hizo algo bueno en los tiempos del gobierno del presidente Fujimori, si alguien construyó y ayudó, si alguna persona trabajó por el país. Eso no les interesa porque no vende y ahora en el Perú, el odio vende más y la izquierda se entusiasma por vender más odio, el desbordante odio que ellos tienen en sus venas.
No importa si se trata de un gobierno de tendencias equis o zeta, mientras no sea de izquierda, se le rechaza, se le ataca, se le sanciona con odio y se busca, con odio, aniquilarlo.
Para las izquierdas del odio, a pesar de sus derrotas y fracasos, el odio está en su agenda diaria, en sus marchas cada vez menos concurridas, en sus protestas cada vez más sangrientas, en sus medios de comunicación cada vez más agresivos y violentos. Esa es la verdad y la realidad de las izquierdas hoy en día, pero los ciudadanos peruanos ya no les darán voto ni esperanza, porque el país no quiere más izquierda, no quiere más odio.