No existen opciones ni alternativas si te quedas callado. Eres cómplice por libre decisión y aceptación, o eres un ciudadano activo (no es lo mismo que activista) en defensa y sostenimiento de la Libertad y la Democracia, por débil, frágil, resquebrajada y hasta imposible de verla resurgir, aunque parezca todo lo contrario.
¿Qué les pasa a nuestras naciones en América Latina que las regalamos a los imbéciles, los ignorantes y los que se titulan de impunes, es decir, los políticos?
¿Por qué no tenemos fuerza conjunta en el acto obligado de enfrentar y derrotar a la masa violenta del odio de los partidos convertidos en organizaciones criminales al servicio de mini clanes de ladrones, estafadores, traficantes de drogas, proxenetas, pedófilos, académicos del odio, periodistas de la venganza y tantos “profesionales” del crimen?
Es que, dicen mis amigos y los que no son mis amigos y quizás, tampoco lo son de usted, que entrar, participar en política es algo sucio y aversivo, que es meterse a un hueco sucio y apestoso, que es exhibir y sacrificar la intimidad y la familia. Es posible, es verdad. Pero no se trata de “entrar a la política”, sino de combatir a la política y a los políticos.
Por eso, la indiferencia nos mata la lengua y la voz, nos ciega ante la realidad y hace que no veamos lo que sucede y transformemos eso que está ocurriendo en algo que pasa al costado sin tocarnos, como si la pobreza fuera ajena, como si el dolor fuese de otro, como si las lágrimas no mojaran nuestra conciencia y urgencia solidaria.
Hay ahora un ambiente de respiración humana contradictorio y contaminante donde la inversión de los valores es el nuevo emblema de los que gobiernan y de los que quieren reemplazarlos, en iguales condiciones de odio, robo y muerte. A eso nos enfrentamos, esa es la porquería de la política, la de siempre, la de los acomodados con el poder y la de los enchufados con la maldad.
Hay que participar en esta guerra declarada, en esta batalla campal, en la limpieza ciudadana para abrir espacios a los mejores y para que los mejores hagan que los que no lo son, les supere.
Democracia no se vive doblando la espalda, jamás.