Los peruanos constituyen la suma de varias culturas y sociedades que tienen peculiaridades poco apreciadas, muy poco entendidas. Es más, los historiadores, sociólogos y cuantos han tratado de interpretar la realidad de nuestra nación, no han tomado en cuenta factores multiculturales que se entremezclan y hacen que esa suma de características sea un potencial de avance, o uno de retrocesos pero que hacen sentir su fuerza (no al retroceder, sino al paralizarse y provocar otros retrocesos).
La política en el Perú es un fenómeno antropológico y no sociológico. La política para tener éxito electoral necesita caudillos, pero para tener éxito como gobierno, requiere líderes, por eso la política en el Perú no ha funcionado, se ha trastocado, se ha envilecido o no ha permitido que los líderes desocupen a los caudillos.
Los fenómenos sociales siguen ese curso, porque son encabezados por patrones, por caudillitos que ocupan posiciones de presión, no de poder y las ejercen con fuerza de grupo violento, como por ejemplo en los mini cárteles sindicales de construcción, en los mini cárteles de las drogas y el contrabando, en los de la tala ilegal (que sumando deforestación hacen del comercio de la madera una nueva veta mafiosa), mini cárteles de embarcaciones de pesca negra y extracción minera ilegal, de transportes y hasta mini cárteles de agrupaciones políticas y de religiones que someten a las poblaciones con la estrategia de la manipulación, la demagogia, el populismo y el fanatismo. Sujeción de mini cárteles, suma de grupos, alianzas menores y cero conflictos entre ellos, ese es el colchón de la paz que deben sortear las autoridades cuando no son éstos los que reemplazan a las “autoridades”.
Es incontable la multiplicidad de pequeñas organizaciones informales del delito que aunque compiten entre sí, tienen una epecie de pacto mayor de no agresión entre ellas. Y por eso, los gobiernos locales (mini cárteles desde el Estado), los regionales (cárteles de conjunción) y el gobierno nacional (mesa de partes para presionar hacia abajo) se enredan en satisfacer a sus financistas y en someter a los ciudadanos gracias al convenio informal que tienen con los medios de comunicación alquilados al poder.
No hay un pacto escrito en ningún nivel, con nadie. La coima, el chantaje, la extorsión y el acuerdo contra el país, no dan recibo, ni vuelto. No hay comprobante de pago.
Por eso cuando tocas la fibra más sensible de un peruano: la comida, el cartucho se enciende.
El estallido social contra un gobierno de ultraizquierda nace del hambre y del costo de los alimentos. No es del combustible ni de los pasajes, así influyan en un precio final. No es la inmoralidad, la corrupción ni la impunidad las que convencen a las masas para una vacancia o para el cierre del congreso. Es la comida lo que realmente existe como símbolo de dignidad, de aprecio, de historia, de suma de culturas. La comida es lo más sabroso, grande, enorme, soberbio, patriótico, placentero, infaltable, premiado, elogiado y perfeccionado. No puedes meterte con la comida y castigarla con el hambre. Eso en el Perú es un pecado mortal que los sociólogos no saben degustar, porque sus libros no son cartas de gastronomía política.
El gobierno de ultraizquierda ha herido el estómago y eso no se hace. El gobierno de ultraizquierda ha subido los precios de todos los alimentos y de todos los implementos para la comida peruana, eso se castiga y eso ha hecho estallar los hogares del Perú más profundo.
Esto, es solo el principio. Si se suma al hambre la negación de algunos placeres o fanatismos que no dañan a nadie… prepárense, porque la protesta será incontrolable.
Imagen referencial, ciudadanos van hacia una Comisaría a pedir la liberación de detenidos y maltratados por la Policía