Nos preguntamos con profundo malestar: ¿En manos de quiénes estamos? Porque resulta paradójico que la democracia sea “el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo”, y el mayor excluído en la democracia y lo queda de ella, es el pueblo.
La democracia ha sido “tomada” por lo peor de cada tiempo: por los piratas de la criminalidad (en todo sentido y manifestación inhumana). Los demócratas han sido reemplazados por los delincuentes, los ciudadanos han sido dominados por los delincuentes. Y no se trata de separar niveles o protagonistas de todos los delitos, como tratando de diferenciar por ejemplo, el robo de una cartera o un celular, la apropiación ilícita del presupuesto nacional o el dispendio de recursos, la enorme corrupción a cada segundo en el Estado y la creciente corrupción también, a cada segundo en lo privado, como un contagio de lo público –lo denigrante- hacia lo privado, que se parece cada día más a lo denigrante que nos ha sembrado “la nueva política” que nació de la mano de las izquierdas del odio, el resentimiento y la envidia (contagiando a gentes de las derechas que no valoran sus propios principios, hay que decirlo también).
Vivimos casi eternamente en un péndulo, donde vamos del lado de lo cercanamente correcto a lo terriblemente incorrecto, sin saber o sin poder poner quieto el balance. Y por eso, nos ganan los que menos hacen bien y nos ganan los que más hacen el mal; hablamos de la política, de “eso”.
El Perú es una desintonía de armonías, donde cada composición política busca la decomposición social. Si no lo has notado, es que estás en el remolino de lo adverso a la razón y las evidencias que lo demuestran, te cuesta o no quieres rebelarte.
Es así que las organizaciones de interés “non sancto” se multiplican y se adecúan a las leyes que sus emisarios o mercenarios han colocado en la legalidad existencial. Leyes para que lo irracional sea legítimo y para que lo impropio se vuelva “el nuevo camino”.
Por eso las izquierdas han logrado dominar el espacio de las inmundicias y sobrepasar los niveles de la racionalidad, la verdad y la justicia. ¿Quieres un ejemplo? La Junta Nacional de Justicia, de cuyos logros nadie sabe, porque no los tiene (logros en favor de la ciudadanía, no los de ellos mismos a sus bolsillos e intereses dependientes), ha usado recursos públicos para intentar extender su mandato en el tiempo, por encima de la legalidad, atropellando la Constitución Política del Perú. Sino, ¿En razón de qué alguno de sus integrantes hace periplos internacionales tratando de despestigiar a un Congreso que dentro de todo lo malo que hace, emite por lo menos un acuerdo correcto?
Si tú y yo salimos hacia la OEA a denunciar al Congreso, nos recibe su Secretario General a cualquier hora y momento, siempre y cuando haya “alguito” para él, tal vez el abastecimiento de úrea por medio de una empresa ligada a su familia, ¿no lo sabían?, quizás una condecoración que contenga alguna consultoría indirecta, de repente un pre acuerdo que pueda ser un compromiso de continuidad en el cargo. Suspicacias razonables, dudas más que razonables.
Lo real, lo cierto es que estamos en las manos de un circuito de la progresía, de los caviares que han extendido sus niveles de operatividad y que ante el avance de Milei, Bukele, Kast, Noboa, Bolsonaro, Ricardo Anaya en México y tantos otros más, que ganando o no, dan pasos firmes, se anuncia una sola señal que debe ser contundente y sin retornos: el fin de las izquierdas y el imperio de la Libertad.