Si había alguna duda con respecto al comportamiento delictivo del enorme aparato político-judicial-mediático de las izquierdas, hoy es un hecho constatado y evidenciado en la reacción cerrada en defensa de un activista del daño procesal hacia personas que no son de esa repugnante izquierda del odio.
Pero no sólo eso, la red de la mafia extremo-progre-caviar emitió los mismos mensajes y alaridos en disminución de lo evidente: un fiscal, un promotor del alargamiento procesal de casos de corrupción, se enriqueció con acciones de orden irregular y probablemente, de forma ilegal. Es más, ha ido demostrando en poco tiempo un enriquecimiento sorprendente para alguien carente de recursos a lo largo de su azarosa vida.
Servil a la mafia de Odebrecht y a sus exigencias en perjuicio al país, cómplice de una organización de chuponeo y extorsiones, instigador de acciones contra la libertad personal y presuroso “bocón” para agredir y atacar honras desde “su” cargo, es a todas luces el jefe de una organización criminal infiltrada en el Estado, en nuestra opinión.
No es admisible que la izquierda del odio y todos sus ventiladores, justifiquen que no hay delito en lo que no conocen o en lo que, conociendo, saben que les puede salpicar rápidamente porque el “fiscal” era un agente de aprovisionamiento de destapes, acusaciones, allanamientos, nuevos procesados, inventando testigos protegidos y colaboradores eficaces o confesores sinceros “a cambio de”.
Ese “a cambio de” es lo que todos sospechábamos. No se trata de protagonismos, sino de infiltrar desde la fiscalía el Poder Judicial, con elementos que van consiguiendo autos de lujo y propiedades en zonas residenciales para darse un premio personal: su nuevo status.
La justicia nunca estuvo en peores manos y mentes macabras, en la agenda de conspiradores y traidores a la democracia y la libertad.
El espectáculo denigrante de las izquierdas no sorprende, lo repito. Van con todo contra el país, inaugurando un nuevo lenguaje que justifique al que delinque siendo juez o fiscal, porque no es “tan” escandaloso como otros que también hacen lo mismo: delinquir.
No le importa a la izquierda defender delincuentes, como nunca le importó defender terroristas.