Es innegable que para los comunistas, para los marxistas leninistas que están en el poder, por su formación política, por su adoctrinamiento agresivo y sin argumentos ni razones, “la violencia es la partera de la historia”, la violencia es la esencia de sus actos.
Marx y Engels ya habían expresado en el Manifiesto del Partido Comunista (1848) que “la historia de todas las sociedades existentes hasta el presente es la historia de luchas de clases”, y que lo que ellos llamaban la sociedad burguesa debía ser enfrentada mediante una revolución proletaria, afirmando que los comunistas declaraban que sus objetivos solo podrían alcanzarse “mediante la subversión violenta de cualquier orden social preexistente. Las clases dominantes –es decir, todo lo que no sea los militantes del partido comunista o el nombre que le pongan en ese momento- pueden temblar ante una revolución comunista”.
Es más, el historiador Alejandro San Martín nos recuerda que Lenin condenaba a los marxistas (traidores) que aceptaban una vía no violenta, reiterando que “la sustitución del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin una revolución violenta”, como afirmó en El Estado y la Revolución (1917-1918). Y añade que el Che Guevara, por su parte, reiteraba que toda su acción revolucionaria era “un grito de guerra contra el imperialismo”, repitiendo la máxima brutal del “odio como factor de lucha”: “el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados –el partido en el poder- tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal”. Brutalidad dicen, pero ellos la encarnan, alientan y promueven contra todo lo que se les oponga: la iglesia, la democracia, la Libertad, la propiedad personal, el ahorro, la familia matrimonial, la vida.
Por eso, la prensa y los medios de comunicación constituyen una obsesión a derrotar y controlar a todo costo en la lucha irracional y vengativa de los marxistas leninistas del partido comunista denominado “Perú libre”. Por eso, agreden a periodistas jóvenes, sobretodo a las mujeres que hacen trabajo de reporteras en las calles, informando de eventos de gobierno o sucesos donde los organismos del estado no son trasnparentes. Y por eso, las violentan, las empujan, las insultan y siembran en ellas o en las que están viendo esos hechos, un miedo que galopa imparable, o un silencio posterior que les hace evitarse más agresiones. Son pocas las que denuncian y a ellas, hay que apoyarlas plenamente.
Miremos bien cómo están las cosas en el país: los del gobierno (Perú libre y sus aliados) controlan en gran parte a los medios usando fondos públicos o acosando con organismos también públicos, de fiscalización tributaria, por ejemplo, o acuerdan y negocian con los dueños de algunos medios de comunicación esa “sumisión a cambio de”.
Una destilería de odio y violencia contra el periodismo se ha instaurado y no existe una respuesta contundente del gremio en su conjunto, más allá de momentos frágiles de protesta en las redes, nunca en las calles, nunca ante las autoridades respectivas, porque hay miedo, hay complicidad o no hay ganas de hacerlo.
Son clarísimas las opiniones de Fernando Rospigliosi en este caso: “Es importante insistir que la enfermiza animadversión a la prensa se explica por la naturaleza comunista del gobierno y sus secuaces. Algunos insisten en la necia idea de que se trata solamente de una banda de delincuentes, como si los socialistas del siglo XXI fueran honrados y capaces gestores públicos, solo que poseídos de ideas estatistas y autoritarias. En realidad, este es comunismo realmente existente en América Latina hoy, conducido por corruptos e incapaces que pretenden perpetuarse en el poder para saquear el país”.
Es más, como afirmación de lo anterior, podemos recordar algunos conceptos esbozados por Lenin al afirmar que los medios de comunicación “son el arma más poderosa del partido para llegar al pueblo todos los días y a toda hora y en su lengua” y que “el control de la prensa, lo ejerce el Partido” haciendo de la prensa “el arma más poderosa en la lucha ideológica y política”.
Es así como entre teoría y práctica revolucionaria, en situaciones como las que nos toca vivir, la prensa, los medios de comunicación, son un objetivo primordial y si no se les puede convencer, sino se les pueden “comprar”, entonces se usan acciones de agitación y combate progresivo en las calles, como es el caso de agredir a periodistas, amenazarlos, hostigarlos en sus labores, lanzarles frases ofensivas y señalarlos como “cómplices de todos los males”.
En momentos como los actuales, donde el historial de la mayoría de medios de comunicación es una leyenda negra por una lado y permanente de sumisión y compromiso con la corrupción y la impunidad, en el el otro sentido, resulta muy fácil desde el gobierno, hacer escarnio de los periodistas, resulta injusto por cierto, condenable en todos los extremos, pero lo que causa asombro es que los dueños de esos medios, los directivos de esos medios, las figuras “visibles” de esa prensa, se callen y se arrodillen ante el gobierno y sus esbirros que atacan miserablemente a los periodistas.
Imágen referencial, RPP captura de pantalla