El impacto de las elecciones debe llevarnos a dos grandes escenarios que están separados –en principio es así-, pero que al final conducen a un mismo teatro del absurdo: la realidad nacional. ¿Cómo así existen dos porciones de una misma torta, si cada una tiene distinta composición y sabor?
La primera respuesta es que Lima constituye “un espacio diferente” al del país de las provincias, donde podemos decir que existe una Lima por un lado y el resto del Perú, en el otro extremo. Además, esa misma idea, opinión, comentario o expresión –como quieras denominarla, es igual-, proviene de afuera hacia adentro, del campo a la ciudad. Los provincianos que desprecian o se resienten sobre “lo limeño”, tienen su propia nacionalidad imaginaria sin Lima. Y muchos limeños, nacidos, adoptados socialmente o llegados por ilusión y trampolín hacia otros destinos, se expresan casi de igual forma sobre los provincianos que llegan a “su” ciudad. Son las contradicciones que escuchamos, leemos y vemos saliendo de personas que no entienden que somos una nación, pero ellos la piensan como partida en dos, en tres y muchas partes más.
Si le preguntas esto a un sociólogo, te dirá cualquier barbaridad porque no entiende de lo que pasa y porqué está pasando, no llega a comprender el punto de partida y menos, el de la construcción del pensamiento porque es un observador y nada más. Pero si hablas con un antropólogo te explicará sobre el tema cultural, sobre lo que nos hace ser peruanos, sobre la esencia y las carencias de las relaciones que construyen o destruyen. Si es que esto te parece enredado o difícil de comprender, no te preocupes, es parte de la reflexión para llegar al mensaje: somos un país dividido en abstracciones, pero unido en emociones.
Y de aquí vamos al denominado “teatro del absurdo”: la realidad nacional. ¿Porqué dices teatro del absurdo Ricardo? Porque somos un país que lo cuestiona todo y no se cuestiona a sí mismo. Porque lo que parece no tener –y no tiene- significado, es lo que impera. La irrealidad se construye en un país que se autodestruye con alegría, con entusiasmo desgarrador, en un suicidio que causa aplausos propios y nos coloca debajo la suciedad de la actual forma de hacer política, o de la actual forma de gestionar recursos (robarlos), o de la actual forma oficial de dejar pensar en lo que es bueno, para aceptar lo que es indigno, malo, repudiable y asqueroso.
En este submundo de la nueva “peruanidad” (con minúsculas), Lima tiene un poder que debe reflejarse y rebelarse (con “b” grande) para reconquistar espacios, relanzar principios y ahora con fuerza, revelar virtudes con liderazgos que se impongan y dejen de lado eso de los lenguajes que marean y pervierten el sentido de la integridad. Lima es la potencia que se tiene que expandir rápidamente hacia las provincias de ese magnífico país llamado Perú. Lima tiene que ir a la conquista del Perú, haciendo el primer programa municipal de asesoramiento técnico-profesional hacia los distritos más alejados, colocando plataformas y equipos permanentes de apoyo al progreso y desarrollo de nuestras familias y comunidades.
¿Es eso posible? ¿Cuál es el punto de partida? Ahora que el gobierno de las izquierdas ha sido derrotado, es imprescindible que el presidente (en minúsculas), sea procesado en el ámbito judicial, en el ámbito congresal y con mayor decisión, en el ámbito ciudadano, en la fuerza popular de la gente que estaba perdiendo esperanzas y hoy, tiene una luz que se encuentra en la puerta del túnel, para poner el camino limpio de estorbos.
La democracia ha vencido esta batalla, gracias al esfuerzo de tres de cada diez ciudadanos de Lima. Otros tres se quedaron en casa en silencio, en forma irresponsable la mayoría. Otros tres optaron por grupos diversos pero no conversos y del restante que quedaba, se apoyó el gobierno para su fracaso absoluto.
¿Qué debemos hacer? Fortalecer nuestros tres puntos de apoyo, motivar a los tres del silencio, explicar y convencer a los tres confundidos y poner en su sitio al que quedaba, para salvarlo de su tentación.
El gobierno ha sido derrotado, pero no es momento de descansos, al contrario, queda mucho por hacer y por luchar para vencer.
Imagen referencial, en redes sociales