Es inaguantable, intolerable, agotador y pernicioso mantener en el gobierno a un grupo de fascinerosos que están destruyendo el país, ocasionando la peor crisis económica, política y social de nuestra historia, crisis que está desesperando a las familias y que está generando violencia sin precedentes, mientras los que gobiernan se enriquecen con el dinero de los pobres.
Los niveles de inflación están sobrepasando todos los cálculos y expectativas, causando que los precios escalen cada vez más, alejándose de la mesa de las familias para llevar alimentos, medicinas y hasta implementos de aseo. Estamos entrando a las primeras señales de la “venezuelización”, donde los que gobiernan incentivan la crisis para obtener réditos de ella.
No es que sean brutos para promover el caos y el daño, es esa su especialidad, es esa su estrategia. La verdadera brutalidad está en que no saben lo que es gobernar, no tienen idea, ni ganas. Sus tremendas limitaciones y ausencias de formación, les hacen dedicarse de lleno a su agresiva forma de tratar a los demás: sindicalización de la política. Eso les gusta, les obsesiona.
El país ha entrado en un ritmo inflacionario incontrolable, todos los meses el incremento de precios se expande ilimitadamente castigando a todos los peruanos sin excepción. Dos ministros de economía que no saben hacer su tarea, varios ministros de sectores estratégicos que ni siquiera en piloto automático mantienen el equilibrio, otros ministros en educación, salud y trabajo que ni siquiera tienen condiciones profesionales mínimas para el ejercicio del cargo, ese es el panorama de la administración gubernamental y si pasamos al segundo nivel de autoridades, el desastre es incontable.
En nuestro país contamos con gentes de primera, extraordinarios profesionales, intelectuales de renombre y una fuerza en la juventud que les hace actuar con sensatez y tenacidad en sus vidas. Hay que trasladar esa gran selección de los honestos y honrados hacia el Estado, para que sea una invasión de talentos sobre la ausencia de aptitudes que hasta ahora han usado al empleo en el Estado como una fuente del delito o la eterna subsistencia, beneficencia política repudiable.
Tenemos todo para ser los mejores en el continente, tenemos a todos los que podrían llevar y conducir al país a los mejores escenarios. Hay que hacerlo convenciéndolos de participar.