No puedes golpear a un gobierno insensible y plagado de impunidad en sus actos, si usas como tu defensa a los congresistas y partidos de lo que se denomina –a veces sí, a veces no- la oposición.
Y decimos “golpear” como expresión de la protesta popular, como respuesta de indignación frente a la insensibilidad y arrogancia del poder que es contradictoriamente protegido por las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, que no resguardan ni la integridad de la Patria, ni la seguridad de los ciudadanos.
El país se encuentra en medio de dos mastines que ladran por morder la mano que les da de comer, la del pueblo, de esa multitud de gentes que en base a trabajo, honradez y esfuerzo tienen que hacer del día a día un pan, un almuerzo, tal vez la medicina que falta para subsistir. Pero eso no le importa a los congresistas, no le interesa a los ministros, es un chiste para el que se dice presidente.
En el Perú no hay oposición sino complicidad para el desfalco, para el engaño y la destrucción de toda voz que no sienta que vivir de rodillas es soportable. La oposición -eso que asi se llama y de esa forma- tiene sus días y sus horarios, algunos minutos a veces, tal vez un día, quizás. Son comodones de traje, corbata o vestido con zapatos de taco, son carteristas que entre ellos se acuchillan y delatan por momentos, son lo peor después de lo peor.
Vienen por ello a mi mente la cantidad de mujeres que trabajamos con tanta ansiedad para la educación de nuestros hijos, para comprar lo básico de cada semana, para acompañar a nuestros esposos e hijos en el sentido de construir una mejor familia y miro al costado, y leo los diarios, y veo las noticias y escucho en las radios que los delitos aumentan, pero en especial los del gobierno. Y veo y leo y escucho que el congreso no hace nada positivo. Y veo y leo y escucho que los gobiernos regionales son algo así como el reflejo de la delincuencia mayor, esa que se sienta en Palacio o Sarratea.
Es así como trascurren los meses y los años en un país “herido en el tiempo, sangrante en su historia, engañado en su destino” y respondo que hay que rebelarse, que hay que saber protestar, que hay que educar a nuestros hijos en la intolerancia frente a la desunión, en la intolerancia frente a los partidos esos que hoy, como ayer, sólo vienen a robar de elección en elección.
Quiero un país como el que ilusiona a los mejores, pleno de gentes buenas, haciendo cosas buenas. Un país donde estudiar y trabajar sea entusiastamente compartido y estimulado, una nación donde tengamos gobierno y oposición, pero bajo una sola Bandera, bajo una misma Constitución, con un solo Himno.
En ese país, no quiero que estén los del gobierno ni los del congreso, porque ya no sería un país, sino el territorio del hampa.
Fotografía referencial, captura de pantalla WillaxTV