Estoy en Santiago de Chile asistiendo a una reunión del BID y el Banco Mundial sobre pensiones y antes de ingresar a la sede de la Universidad Católica, me fijo en el semáforo peatonal para cruzar hacia el ingreso principal y tomo nota del tiempo que otorga a los transeúntes para ir de una lado al otro: 45 segundos, mientras los impacientes conductores de omnibuses y automoviles reniegan de la gente, el tráfico y cualquier otra idea momentánea.
Carlos Sepúlveda es un viejito de 71 años que bastón en mano intenta seguir el mismo rumbo que tengo (no hay otra dirección) y camina a mi lado entre un dolor que llega a su rostro y la mirada angustiante sobre el semáforo peatonal.
Comprendiendo su angustia, también la vivo y camino más despacio, tratando de protegerlo si el tiempo lo vence y los autos arrancan presurosos. Cuatro carriles y se cumplen 41 segundos, estamos fritos y nos detenemos en la berma central para esperar que luego de 180 segundos, vuelva a darnos pase el semáforo mientras un viento helado nos ataca al paso de veloces vehículos que ni nos miran. Felizmente no llueve, sino, imaginen la escena.
Eso ocurre, como en todas las ciudades, a favor de los autos, en contra de las personas. Y eso es lo que le comenté a Vittorio Corbo, Sergio Micco, Klaus Schmidt-Hebbel aquella mañana de clima frío santiaguino: no estamos previendo ahora, la infraestructura para la longevidad. Estamos detenidos y obsesionados en las pensiones, en quien las maneja o administra, en cuánto pagan y por cuánto tiempo, mientras el dinero no nos garantiza que el semáforo futuro me permita cruzar en un tiempo adecuado de un lado a otro de la calle.
¿Saben cuántos odontólogos geriatras tienen en Chile? ¿Cuántos oftalmólogos geriatras, traumatólogos, rehabilitadores físicos, terapistas, enfermeras geriátricas, auxiliares de enfermería, camilleros especializados en cargar y desplegar ancianos? ¿Cuántas bancas de parques están preparadas para no herir el cuerpo de una persona de 75, 80 0 90 años? ¿Existen parantes, coderas, barandas de apoyo en las esquinas para que se sostenga en un brazo con el bastón y en otro en ese punto de descanso un anciano que camina sin ayuda y se cansa al caminar? ¿Existen botones de emergencia en las calles o plazas, en las puertas de bancos tal vez -no sé, digan ustedes dónde- para transeúntes ancianos que requieren ayuda porque les viene un infarto? ¿Saben si en las estaciones del Metro tienen ascensores para cuatro o más sillas de rueda en simultáneo?
Me perdonan les dije, estoy en Chile y por eso les hago la reflexión un poco injusta, pero la pregunta es para Lima, Quito, Bogotá, Caracas, Sao Paulo, Boston o New York. No sabemos las respuestas porque no hemos pensado en el futuro, sino en el bolsillo inmediato.
La respuesta es #InfraestructuraParaLaLongevidad y eso es lo que estamos trabajando en el Instituto del Ahorro: un horizonte con esperanza para la longevidad.
fotografía, Austral Group