La Fundación Milenio es una institución de excelencia y prestigio, cuyo trabajo es reconocido no sólo en Bolivia sino a nivel internacional. Milenio, como se le menciona, “produciendo conocimiento para elevar la calidad de la políticas públicas e impulsar procesos dedesarrollo”. En este sentido, ha publicado El Informe de Milenio sobre la economía de Bolivia 2023, que a continuación presentamos:
Los principales problemas que aquejan a la economía boliviana son:
i) la fragilidad de la posición externa, reflejada primordialmente en la escasez de dólares;
ii) el elevado déficit fiscal y su financiamiento principalmente con crédito del bcb;
iii) la debilidad y el riesgo de estancamiento económico;
iv) un ambiente de desconfianza en la conducción de la economía y en las condiciones que enmarcan la actividad económica y productiva.
Todos estos problemas están interrelacionados, y configuran un escenario de incertidumbre sobre el rumbo de la economía. Esta incertidumbre asoma hoy en día como el principal desafío del país.
La fragilidad de la posición externa es consecuencia de los siguientes factores:
– La pérdida y el bajo nivel de divisas ha generado un clima de desconfianza sobre la capacidad del gobierno de mantener fijo el tipo de cambio y exacerbado las expectativas negativas, dando lugar a un mercado paralelo donde la cotización del dólar está por encima de la oficial.
– La concentración de las exportaciones en pocos bienes hizo más vulnerable la economía a los shocks. Las previsiones para 2023 señalan una caída en los precios de los principales commodities; de confirmarse este comportamiento, la débil posición externa puede empeorar. De hecho, las exportaciones cayeron en 24 por ciento en el primer trimestre de 2023 respecto a igual periodo de 2022.
– Las perspectivas de las exportaciones de gas natural se ven complicadas no solo por el declive en su producción, sino también porque Argentina y Brasil han incrementado sus capacidades de producción de gas natural y ampliado sus instalaciones de lng, por lo que necesitan cada vez menos del gas boliviano.
– Hay muchas dudas sobre si la venta de oro será suficiente para atender el pago del servicio de la deuda externa y sostener el ritmo de las importaciones sin causar perjuicios en la cadena de insumos y bienes finales. Las importaciones crecieron 9 por ciento en el primer trimestre de 2023 con relación al mismo periodo de 2022. El resultado, a marzo de 2023, es una balanza comercial de bienes negativa de 214 millones de dólares.
– La dependencia de las compras externas es cada mayor por el deterioro en el tipo de cambio real y especialmente por la disminución en la producción doméstica de combustibles debido al descenso en la producción de gas natural. Bolivia se ha convertido en un importador neto de hidrocarburos: el valor exportado es menor que el valor importado.
El déficit fiscal persistente y una política monetaria subordinada a la política fiscal son las causas principales para la pérdida de divisas y, por tanto, para la inestabilidad cambiaria, que emerge como un problema macroeconómico de primer orden.
El déficit fiscal es resultado de un abultado gasto del gobierno, parte del cual se destina a financiar el subsidio a los combustibles, que, en 2022, alcanzó la cifra aproximada de 1.700 millones de dólares, equivalente al 3.8 por ciento del pib. Dadas estas condiciones, sostener el ritmo de crecimiento de las importaciones en 2023 (más de 1.000 millones de dólares por mes) será difícil debido a la escasez de divisas.
El resultado operativo de las empresas estatales ha continuado su trayectoria descendente desde 2020.
El saldo negativo agregado de las empresas públicas en 2022 refleja la situación crítica de varias empresas estatales: algunas operando a pérdida; otras que carecen de mercado para sus productos o no disponen de insumos suficientes; y la mayoría con serios problemas de gobernanza empresarial. Urge un análisis caso por caso para determinar que empresas son inviables económicamente y proceder a su cierre o venta. Esta es una tarea complicada pero insoslayable dentro de un necesario ajuste en las cuentas fiscales.
El desempeño de la economía está signado por su debilidad y estancamiento.
En los últimos tres años, el pib real creció un exiguo 0.2 por ciento. También se debe enfatizar la asimetría en el desempeño de los sectores económicos. De trece categorías principales del pib, ocho de ellas no llegaron a recuperar el nivel que tenían en 2019 antes de la pandemia.
El sector hidrocarburos cayó en 8.4 por ciento en 2022; la contracción de este sector, por el declive en la producción de gas natural y de los líquidos asociados a ésta, ha sido persistente en los últimos 8 años (la producción de gas se redujo 35 por ciento desde el año 2015) y sus consecuencias se reflejan en la balanza comercial negativa de hidrocarburos.
Adicionalmente, las proyecciones de crecimiento para 2023 no son alentadoras: la previsión del Fondo Monetario Internacional es 1.8 por ciento, del Banco Mundial 2.7 por ciento y de la cepal 2 por ciento. La probabilidad de que la economía se precipite en un ciclo de estancamiento es alta. Además, por la debacle de la producción de gas natural, y en ausencia de nuevos reservorios para reponer la capacidad productiva y de reservas, es plausible anticipar que el país tendrá dificultades de cumplir con sus compromisos de exportación a partir de 2027 y que, eventualmente, necesitará importar gas en un futuro no lejano para atender la demanda interna, en cuyo caso estará en juego la seguridad energética de Bolivia.
Entretanto, el sistema de intermediación financiera continúa siendo sólido. Sin embargo, aunque el índice de mora es bajo, éste ha mostrado una tendencia creciente en los últimos dos años. Las perspectivas de bajo crecimiento y falta de divisas pueden llevar a un mayor deterioro en este indicador, ejerciendo más estrés sobre el sistema financiero. Adicionalmente, la intervención del Banco Fassil ha generado inquietud en la gente. De hecho, surgen muchas interrogantes sobre la capacidad de la asfi para ejercitar sus funciones de supervisión y fiscalización de las entidades de intermediación financiera.
En este contexto, es indudable que la escasez de divisas ha exacerbado las expectativas y la incertidumbre sobre la dirección y la marcha de la economía. También hay temor de que la inestabilidad cambiaria derive en una crisis económica más profunda con caída de la producción y aumento en la inflación. No obstante, y en contraste con la delicada situación imperante, el gobierno no ha dado señales de que quiera enmendar la política económica. Por el contrario, insiste en el gasto público como el motor del crecimiento y un programa de sustitución de importaciones que en otros países ha fracasado y que tampoco en Bolivia ha mostrado resultados promisorios.
Para afianzar la estabilidad económica se imponen correcciones fiscales, encarando cuestiones como el subsidio a los combustibles, el tamaño del empleo público, o los déficits de las empresas públicas. Se debe dejar que opere libremente el tipo de cambio paralelo, como parte de la política monetaria, mediante operaciones de mercado abierto basada en señales de mercado, suprimiendo los límites de cartera y tasas de interés para ciertos sectores productivos, y también el itf, creado originalmente como un impuesto transitorio.
Pero aún esto no basta. Hace falta recomponer las fuentes de riqueza y generación de ingresos, con cambios estructurales que estimulen la inversión y la iniciativa privada -una de las formas de incrementar la recaudación tributaria-, y sobre todo promover las exportaciones, particularmente del agro, la agroindustria y la minería. Para todo ello es indispensable restablecer la credibilidad del país y de su gobierno y reducir los factores de riesgo político e inseguridad jurídica; en suma, fortalecer la gobernanza política y económica.
El Informe completo lo puedes descargar en https://fundacion-milenio.org/