Que la violencia política está creciendo es innegable, indudable, pero también inaceptable. Que la atrocidad de santificar a los terroristas comunistas como si fueran “luchadores sociales y santos en bien de todos” se ha convertido en lenguaje aceptado y correcto ahora, no es una locura, es la triste realidad, pero, ¿Acaso tenemos que aceptar esa absurda locura como racionalidad? ¿Acaso lo que dice un imbécil proveído de una indeterminada “razón” tenemos que legitimarlo?
Un país no es grande ni extraordinario sólo por un tema cultural, eso es “parte de” y constituye uno de tantos elementos de construcción de la nacionalidad, pero imponer la estupidez como una definición cultural, eso sí que es insostenible, aunque en el Perú, todo lo que es insostenible se legisla a favor de la imbecilidad y en contra de la Constitución. Así es.
País de contradicciones, ¿Qué nación no lo es?. País de ausencia de liderazgos, ¿Quién no los carece?
Hace unos pocos días tuvimos un sesión virtual en Minuto Digital, con más de 400 jóvenes que estudian y trabajan, esa era la premisa para participar. Y en esa sesión nuestro Director fue muy claro: “no vivimos un estado de excepción, vivimos en una excepción de Estado”.
Y eso es lo que ocurre en un país que teniendo todo y de todo para ser una gran potencia mundial, se ahoga en el aceptar que los odiadores, que los resentidos y los incapaces de ver el progreso y el desarrollo como una posibilidad inmediata, lo gobiernen y lo asesinen. Pero eso ocurre y callamos, en general, callamos y el callar es una aceptación terrible.
Ricardo Escudero nos dijo que “cuando las voces no se expresan, teniendo las opiniones correctas y necesarias, el absurdo se impone, por culpa del silencio”. Esa es la innoble aceptación, la cobarde y letal sumisión de toda la historia política del Perú a cualquier atrocidad.
¿Haremos algo? ¿Seguiremos esperando que otros lo hagan? ¿Qué nos pasa en la cabeza y en el corazón que no nos rebelamos contra la violencia y el terrorismo?
Un país lleno de opiniones, cada una sin sentido. Un país que no se acepta, que se rechaza a sí mismo cuando se dice la verdad y se condena el absurdo de la política mercantilista. Ese es el Perú de ayer y de ahora.
Digamos entonces las cosas como son: “No nos dejemos engañar, han vuelto y con más insidia los herederos de Sendero y el MRTA; y hay que exterminarlos”
Imagen referencial, en Foros Peru Club