Un siglo atrás, el delito estaba bien definido y el castigo, también. Hoy en cambio, el delito se ha convertido en una especie de lugar común para los políticos que gobiernan y se turnan con otros de igual calaña, pero si son de la ultraizquierda, es doblemente escandaloso, porque llegan a extremos de fantasía y niveles de hipocresía absoluta.
Recordemos el caso de la alcaldesa de la ciudad de Lima, una exponente de la fabricada moral y decencia femenina del discurso marxista-leninista hecho guion de poesía y lenguaje de fotonovela. La señora Villarán, procesada por múltiples crímenes, se hizo de una imagen casi intocable, casi inmaculada, como si una futura “santa” de túnica roja hubiera unido sus manos para abrigar la esperanza de los que viven en la capital del Perú, para crecer, para mejorar y hacer de la ciudad un mejor donde vivir. Pero los resultados de la pésima administración y de la delictiva gestión, demostraron a los pocos meses que una organización criminal estaba enquistada en la municipalidad y en las dependencias y empresas a su cargo, como por ejemplo, los peajes, la caja fuerte del robo más perverso que se haya hecho a los vecinos y transportistas.
Del mismo modo, en el ámbito del gobierno central, en los ministerios por ejemplo, durante los gobiernos de Paniagua, Toledo, Vizcarra, PPK, Sagasti y la eminencia de la ignorancia, Castillo, los robos, las licitaciones amañadas, las compras fraudulentas, el uso y abuso de los programas sociales como objeto de gastos improductivos, lujuriosos en extremo y llenos placeres personales –hasta pachangas fuera del país tenían, mientras el hambre y la miseria golpeaban al norte durante el fenómeno del Niño-, lograron hacer que muchos mediocres y acostumbrados a conseguir trabajo “por recomendación”, se hicieran de fortunas a costa de vidas que se perdían, de hogares que se destruían. Pero claro, decirlo era un delito, porque en el Perú todo es al revés: el delincuente sanciona al honesto, el ladrón reprime al Policía, el traidor a la patria condena al héroe de las Fuerzas Armadas.
No nos callamos ayer, no nos callamos ahora, no callaremos mañana, porque el país necesita insistencia en la batalla por una mejor democracia, por una mayor libertad.
El inocultable deseo de robar en los políticos de ultraizquierda está demostrado con este asqueroso gobierno que se encuentra aliado a una prensa de alquiler, prensa sucia que no es timorata, sino que es el epicentro de la maldad, del contubernio, de la filtración de los sistemas de espionaje contra ciudadanos, periodistas independientes, empresarios y todo aquél que no se arrodilla ante el comunismo y sus perversiones hoy llamadas, socialismo, progresismo o como quieran decirle.
La Libertad es más fuerte mientras más la golpean, la Democracia se recupera mejor, cuando los ciudadanos salen de su letargo y caminan hacia la derrota final del comunismo.