Las izquierdas en América latina han tenido el monopolio de una verdad que ellos inventaron, haciendo que todas sus aberraciones, excesos, fanatismos y extremismos se vieran adornados con mensajes que les hacían “definir” como originarios de paz, entendimiento y buena voluntad, mientras ocultaban sus garras y ansias de exterminio de las libertades y las frágiles democracias que aún subsistían a duras penas.
No ser de “esas izquierdas” que gobernaron históricamente tan mal en Argentina, que lo hacen tan mal en un Chile sin compás de futuro, que matan y llenan cárceles en Venezuela, Nicaragua y Cuba, que tratan de idolatrar a un periquero del discurso de fonda en Colombia, que se nutren del odio, el resentimiento y el fracaso en Bolivia, que andan a escondidas y prófugas en Ecuador o que incendian calles y poblaciones desde el gobierno como en Honduras, nos dice mucho del lenguaje y las acciones miserables de los que antes se decían socialistas o comunistas, tal vez hasta guerrilleros, pero que en estos tiempos son la onda progresista, los caviares, los nuevos “ídoles”, los frenteamplistas, los de múltiples banderas, los que dicen no tener tierras y son dueños de oenegés explotadoras de los campesinos, los que hablan de derechos humanos para facilitarles impunidad a los subversivos, a los terroristas (a los inhumanos).
Esta semana Javier Milei les pateó el trasero en Argentina con un triunfo y una distancia contundente, que no deja lugar a dudas y que fue mejor aceptarla desde la orilla de los peronistas de inmediato; al iletrado de Petro lo ningunearon como le pasó en la ONU, pero ahora repitió el plato en la APEC, cuando se puso atrevido, ofendiendo y calificando a los países en forma insultante, pero queriendo ser parte de ese grupo de animadores de guerras, como les dijo; López Obrador se quedó mudo en sus complejos sin que nadie le acompañe en su carrera solitaria por menospreciar a la presidente del Perú y el manipulador Lula se inclinó ante la realidad, empujando a otros, mirando de lejos él.
Todo lo que han dicho Petro, López Obrador y algún odiador más por allí, “es motivo de memes”, porque el inocultable sufrimiento de las izquierdas del odio ya no vende compasión y menos revolución, ya no es motivo de adhesiones ni compromisos. Sino, miren a las izquierdas peruanas, ese album de cientos de figuritas donde cada una ocupa una página policial, judicial o de antecedentes que el pueblo rechaza.
La hora final de los representantes del marxismo leninismo, así se digan otra cosa, está acabando, pero hay un riesgo latente si es que no los enterramos completamente en el foso del olvido y en la caverna de la condena eterna.