En la letra de una canción, se escribe también la historia de un país. Chabuca Granda nos inspira cuando comienza a decir “el lugar de siempre, la misma penumbra“, porque parece que el tiempo se detiene y seguimos igual, con el manto ese de oscuridad sobre la vida de dos amantes, en este caso, la vida misma de nosotros que vamos descubriendo con el tiempo que en el Perú, no tenemos otro destino “que el mañana incierto de nuestro camino“
Nos roban y nos mienten a diario, no sólo cada cinco años en una elección donde meses antes ya nos peleamos entre amigos y familiares, compañeros de trabajo o desconocidos que piensan diferente.
No hemos aprendido que debemos pensar “huyendo de todo, de los moralistas y los puritanos, de los que no perdonan y los que no comprenden“, para hacer de la vida ese encanto de los amantes “que en una caricia se entregan la vida“
Criollismo y no criolladas me decía Don Nicanor en su aún enredada quinta de La Victoria, con sus manos heridas y secas de tanto trabajo por setenta años, más los que de niño jugaba pelota en las calles de adoquín, pero no el de la pista, sino el de la bodega de la esquina, unos hielos con sabor a leche y canela a una sola peseta.
Antigüedad, barrio, palabras de pueblo y miradas de chamba. Ya no se escribe así don Ricardo –me dice el que canta a gritos revolución caliente en su costal sobre la espalda y una vieja lámpara en el brazo- y tampoco se lee nada bueno, termina con nostalgia antes de seguir andando.
Se dan cuenta que estamos en lo mismo de siempre, cambiando caras y nombres, pero nunca los delitos ni las malas artes. Y lo peor es saber que tenemos un país donde los responsables juzgan a sus cómplices.
El Perú no merece tanto pillo y bandolero sentado en el poder, con una carta fianza que no podemos ejecutar durante cinco años.
Eso está alimentando una pasividad explosiva que puede estallar sin límites y tal vez sea eso lo que pretenden los dueños del crimen, para después golpear con represión y nuevas leyes la protesta justa, la rebeldía necesaria, la exigencia de cambios.
En un país con tantos jóvenes, con familias que luchan a diario por sobrevivir en medio de angustias terribles y sueños destruidos, sólo nos queda sin melancolía decir que “en carne y alma, sólo pedimos un fin de semana“ para vivir en paz y soñar con ilusión.