Nos escriben varios trabajadores desde los medios de comunicación que agitan sucesos como si fueran partidos políticos en constante campaña y nos cuentan sobre las miserables condiciones laborales en las que tienen que “trabajar” para servir a sus patrones, operadores de los corruptos y sinvergüenzas dueños que buscan poder haciendo presión, mintiendo, inventando noticias, calumniando ciudadanos, desprestigiando con maldad y bajezas llenas de perversión a las empresas privadas y estatales que no les colocan publicidad para que ellos, esos medios podridos, hagan propaganda entre otros grupos extremistas, a las izquierdas del odio, a los clanes y cárteles de la extorsión y el sicariato, porque aunque lo nieguen o escondan, existe relación estrecha y evidente entre la delincuencia, medios de comunicación y administradores de injusticia. Todos ellos configuran organizaciones criminales en constante actividad de ataque, demolición y repliegue, así como en la fabricación de acusaciones, falsedades y componendas, destrucción y aprovechamiento. ¿No lo sabían? Ese es el mundo del crimen mediático que domina al país ahora y sobre el cual, hay un “compromiso” para acentuar sus maldades.
Los objetivos son los ciudadanos, sus familias, las empresas, las pocas instituciones que sobreviven a pesar del desprestigio señalado como característica común del aparato estatal y por contagio, de la misma sociedad en su conjunto. Y como eso se acepta y se ha hecho común aceptarlo, la cuerda sigue ahorcándonos mientras callamos o seguimos mirando de costado.
En los medios de comunicación -por múltiples testimonios- resulta común pagarle una miseria a los trabajadores, es usual someterlos y ofrecerles protagonismos y laureles desprestigiados, que siendo muchos muy jóvenes, les llaman la atención y por eso le creen a los patrones de la prensa de alquiler que “van a hacer carrera”. Y por eso, hasta se prestan dinero para mejorar su propia ropa y sus recursos de trabajo (computadora, celular).
Los periodistas que recién entran en la escena de un periódico, canal de televisión, emisora radial y ahora, en los portales que han logrado posicionarse como alternativos virtuales, son exigidos a “presentarse mejor” y algunos medios hasta ofenden la condición femenina condicionando la vestimenta “atractiva”. Ese es el nivel contractual que no se escribe en la relación laboral, pero se sabe y se conoce en la vida diaria. Ofenden a las periodistas que no se presentan como se les “sugiere” y discriminan al periodista humilde que no tiene corbata y saco.
Además, los pagos se hacen a la mano, con factura o por medio de recibos de honorarios, a fin de no abonarles la Compensación por Tiempo de Servicios, EsSalud o EPS, el Seguro Complementario de Trabajo de Riesgo en lo que corresponde (viajes a misiones en zonas de alto riesgo o exposición a contaminación) y además, también, es usual que se queden los empleadores, con los descuentos AFP y ONP (lo que configura apropiación ilícita).
Dos de los medios que más se conocen como explotadores de trabajadores, son La República y Latina, donde sus sindicatos han sido maltratados y sus dirigentes despedidos injustificadamente. ¿’Y qué pasó frente a tan grave desprecio a los Derechos Humanos fundamentales de los trabajadores y periodistas? Que los que se quedaron miraron de costado, no han sido solidarios y más bien, se congraciaron con los gerentes para seguir en la línea del silencio, la humillación y la sumisión.
Se dice que por cada diez que despiden, entran un caviar de baja audiencia a reemplazarlo, con un sueldo que es equivalente al salario que perdieron sus colegas.
Así estamos en el Perú de los medios hipócritas, de los de las izquierdas del odio queriendo volver a poner de presidente a un criminal como Vizcarra.