Uno de las expresiones más controversiales en el Perú es “más me pegas, más te quiero” y esa frase tan singular o como quieras caracterizarla, es prácticamente una secuencia obligada en algunos medios de comunicación para “pagar piso”, para “asegurarte un espacio”, para “ser del grupo” y para “seguir en planilla”. ¿Contradictorio y paradójico? Es el Perú, siempre contradictorio y complejo de entenderse.
En consecuencia, si eres un joven estudiante universitario de periodismo y eres llamado para ser practicante o para trabajar en algunos medios de abierta tendencia izquierdista o caviarona, recibirás un “tratamiento especial”, donde no existen derechos laborales, donde no existen consideraciones humanas, donde serás un elemento de uso y cambio, según se vea la situación financiera de la empresa, ya que después de muchos años, los medios ahora deben vivir con sus medios y no con nuestros impuestos.
Llegas a la empresa periodística y no vas a estar en planilla de pago de remuneraciones, por lo tanto, no abonarán EsSalud (seguro social de salud), ni tendrás un sistema de pensiones en construcción (ni AFP ni ONP), no te abonarán CTS o compensación por tiempo de servicios, tampoco SCTR o seguro complementario de trabajo de riesgo (de corresponder de acuerdo a tu ubicación y labores encomendadas). Inclusive, de repente te pagan “a la mano” y no por recibo de honorarios profesionales, ni por facturación (ya que a algunos los obligan a formar una empresa individual, tener RUC y emitir factura).
Los pocos que están en planillas y tienen todo pagado, tampoco están muy seguros, ya que se ha denunciado en muchas oportunidades que los descuentos que te hacen por AFP, por ejemplo, se los apropia la empresa periodística, se los roba. ¿Y alguien dice algo, alguien acusa y defiende a los jóvenes profesionales? Te van a responder: “si no estás agremiado, no”.
Esa es la realidad y se suma a un hecho degradante, a una extorsión miserable. Entras como practicante, con recibo de honorarios o por facturación y te exigen que tengas varias cuentas en distintas redes sociales como Twitter, Instagram, Facebook y alguna otra, desde donde retuitees a las del medio donde trabajas (te explotan de hecho) y desde las que hagas una especie de apología o propaganda de los mensajes “del medio y de los referentes del medio y de los colegas cercanos al medio”. Pero, no es solo tu cuenta la que vas a usar, sino que, de acuerdo a fuentes que hemos consultado y piden mantenerse en el anonimato por un tema de seguridad en base a represalias que les han comentado se dan si los identifican, debes activar cuentas fantasmas que sumen imagen falsa de multitud de apoyo (cuentas de 5, 10, 50 o un poco más de seguidores, muchos inexistentes).
Te vuelven un activista político, un militante ideológico que debe y tiene que estar en permanente actividad en las redes y con eso, devastan la construcción de tu joven prestigio laboral y profesional. Lo peor viene luego, cuando ves que diez salarios como el tuyo -sumados esos diez- equivalen al de un columnista “del grupo” que dirige el medio y que solo publica una vez a la semana su sesgada opinión de odio y equivalen veinte salarios iguales al tuyo, al de alguno de los opinólogos más frecuentes.
Explotación malévola, maltrato que produce servilismo hasta que te botan a patadas, sin pagarte tu liquidación completa, sin reintegrar tu aporte previsional, dejándote en el aire.
¿Quieres cambiar todo eso? Ya sabes adónde no ir, a quiénes denunciar y sobre todo, ya sabes que tienes el potencial para hacer periodismo uniendo esfuerzos con gente independiente, transparente y honesta como tú.
Identifícate a ti mismo, rebélate contra la izquierda del odio, lucha a favor de tu propio viento.