Debo ser cargoso seguramente, pero el tema de la inseguridad y del aumento de la violencia en los actos delincuenciales, no es un asunto de broma ni de esperar sentados a que se ilumine algún burócrata que toda su vida ha estado mirando dentro de cuatro paredes, qué hacer para resolver problemas que jamás padeció.
Hablo como ciudadano, padre de familia y vecino de varias ciudades donde trabajo, al decir con indignación que cada día se hace más riesgoso cuando uno sale de casa, porque no se sabe si regresará o si al volver, encontrará sus cosas donde las dejó. Si no te roban o matan en la calle, te dejan el hogar sin nada.
Todo este enredo, falta de criterio, carencia de políticas públicas y acciones de gobierno me hacen recordar a un personaje de historieta que renegaba de todo y se aplaudía ante el espejo. En su mundo de soledades imaginó el mayor logro de su vida, hacer un manual para usar el martillo y poder colocar un clavo en la pared sin hacerse daño en los dedos.
Durante años de años se chancó toda la mano, midió distancias frente al muro y la altura del mismo, colocó infinidad de clavos y trazos con lápiz hasta que al fin lo nombraron director de manuales de uso.
Publicó su ensayo y lo nombraron en un cargo público. Lo que pasó después es que nadie compró el Manual del Martillo, porque todos saben cómo usar algo que es evidente.
Eso pasa hoy en el Perú, algo evidente que no se combate con manuales ni con ensayos, sino con decisiones y con acciones. Para eso, se necesita un equipo de gentes que no estén queriendo escribir un nuevo manual del martillo.
Tan simple y tan sencillo, se necesita un Ministro del Interior.