Una “dirigente nacional” de un partido político que perdió su inscripción en el Registro de Organizaciones Políticas (ROP) del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), conspiraba contra su propia colectividad, que buscaba reinsertarse en la escena electoral. ¿Qué estaba haciendo la que en algún momento fue una deslucida ministra a quien se le recuerda más por sus odios y envidias hacia otras mujeres mucho más preparadas, instruidas y capaces que ella? Se propuso formar “su” partido, porque se cree –ella- la presidenciable, insustituible, dueña de la verdad, la sonrisa de las feministas del aborto y el divorcio como emblema, la lengua feroz de los “derechos” de los subversivos que quieren ser tratados como reivindicados arrepentidos y no como asesinos, bestias, criminales y portadores de odio constante. Para esa señora de las confabulaciones del gobierno de lujo, el terrorismo es un acto de reivindicación que ella y su círculo justifican, dándole un toque de “revolución en marcha”.
Por unos meses que fueron años en verdad, la conspiradora buscó y tocó puertas y candiles para ver si se infiltraba como “nueva militante” pero con privilegios –esa era su condición para invertir en propaganda y publicidad de ese futuro acto de entrega y nuevo amor político, irreal-, pero le cerraron todos los caminos y todas las acciones que ella quería hipócritamente imponer. Ya la conocen pues.
Usó como carta de presentación, haber sido ministra, como lo han sido más de 400 personas mediocres en los últimos 20 años de idas y vueltas, donde NO se reconoce ni un solo ministro o ministra que sea un buen ejemplo, o para decirlo en su nuevo idioma: “ejempla”. Pero, le dan cabida algunos –para escucharla o llevarla a algún medio- cuando emplea sus expresiones de alegre rencor y resentimiento contra algún ex presidente, por ejemplo.
En el partido que le dio la oportunidad de ser alguien más, porque era poco que menos, ella nunca tuvo aceptación, respaldo popular ni vocación cristiana, al contrario. Pero ser ex ministra fue una condición que aprovechó para sacarle jugo a invitaciones, conferencias, viajes y algo más.
En el curso de la quiebra y del quiebre al partido que la alojaba inocentemente, sin darse cuenta del feroz ataque interno y descalificación que esta traidora armaba hacia a sus “amigos” (que usaba como chisme), iba poniéndose morada -su nuevo color- cuando alguien le dijo que habían descubierto lo que estaba haciendo a escondidas, a espaldas, en rumbo de traición. No le interesó y simplemente dejó de ir a las reuniones de trabajo, dejó de estar donde tenía que hacerlo, dejó su juramento y lealtad, porque estaba convencida del ejercicio de la traición y para eso, aceleró su paso, con la complicidad de un funcionario de una organziación extranjera que la iba publicitando en invitaciones a foros y eventos fuera del país.
Pasaron los meses, siguió usando las fuentes de relacionamiento del partido que estaba destruyendo por dentro, desde afuera, constantemente urdiendo en comentarios y alejando amistades, desprestigiando a los que trataban y aún quieren reconstruir lo que ella y sus cómplices desmontaron: un partido de ideas, propuestas, enseñanzas, ejemplos de vida y lucha política decente.
Hoy, luce ena-morada de su, dice, propuesta. La dueña del circo amarillo de una pista fangosa, donde la jaula tiene candado desde adentro, donde se recogen a otros de igual calaña y podredumbre de partidos desmontados, aniquilados por los que los usaron como catapulta.
La democracia, gracias a Dios, no necesita que la traición se haga institución, que la macheteada por la espalda se haga un nuevo mensaje de “promiscua autenticidad”.
La telenovela, no le durará más a los mercaderes y las piratas de la democracia.