El sigilo sacramental del sacerdote y el silencio de oficio del profesional son dos modos éticos de ocultar la verdad para respetar el secreto prometido en confesión y para no divulgar a terceros lo que corresponde a la espera íntima de cada persona.
Toda persona tiene derecho a la intimidad en los asuntos que le conciernen de su vida privada y que no constituyen una lesión para nadie.
El sentido común y la conciencia nos hacen ver que no debemos conocer y mucho menos divulgar los asuntos privados de las personas, éstos además podrían estar sujetos al silencio de oficio de profesionales que están tratando que esos asuntos, estén bajo estricta reserva.
La verdad hace grande a la persona. La mentira lo envilece
La verdad protege al justo y lo engrandece. La mentira empobrece y corrompe al que la utiliza de modo habitual y no se corrige rectificando a tiempo.
Tiene miedo a la verdad el que tiene “rabo de paja” y está temeroso que le descubran sus mentiras y pierda todo lo que ha conseguido.
Tiene miedo a la verdad el que se acoge a una ideología por conveniencia humana (por un beneficio que puede recibir) y fabrica teorías que ocultan la verdad, poniendo luz en falacias y cuentos para distraer a los oyentes.
Tiene miedo a la verdad el que no se atreve a defenderla por no enfrentarse, prefiere la cobardía de callar y ser permisivo.
Tiene miedo a la verdad el ignorante que ha sido convencido y engañado por impostores que buscan beneficios y adeptos que los apoyen.
Tiene miedo a la verdad el que busca un término medio entre la verdad y la mentira o entre el bien y el mal. Su actitud no sale de la mediocridad. Le avergüenza defender lo bueno y sano, porque no es políticamente correcto y piensa que si lo defiende, pasaría a tener una postura radical y oscurantista.
Tiene miedo a la verdad el que cree que su postura debe ir con el consenso general de las mayorías, que consiste en estar de acuerdo con sentir común de las gentes, propio de un Estado “democrático” elegido por el pueblo. Craso error.
La objetividad de la verdad
La verdad no nace de las decisiones humanas. No es consecuencia de una votación. La verdad es la conformidad entre el pensamiento y la cosa.
Son verdaderos los conocimientos que reflejan correctamente la realidad objetiva. La verdad no depende de la subjetividad de las personas, no la crea la conciencia. El ser humano conoce la verdad que viene de la realidad exterior.
Las personas necesitan ser educadas con la Verdad. La Biblia nos enseña, a través del Magisterio de la Iglesia, la Verdad revelada, indispensable para la conducta cristiana y la salvación del hombre.
Un error de pensamiento es un error de vida. La búsqueda de la verdad está motivada por la necesidad de ella para vivir de un modo coherente y poder tener unas relaciones humanas acertadas, donde predomina el buen trato, con la comprensión, el perdón, la valorización de los talentos humanos y la acción de gracias.
Para tener en cuenta:
“No comunicar al paciente la verdad sobre su enfermedad (ver decir la verdad). Puede ser éticamente correcto en algunos casos en los que el conocimiento de la verdad puede hacer más daño que beneficio al paciente. Entre estos casos excepcionales no se cuenta el hecho de que se trate de una enfermedad fatal: esta situación solo obliga a comunicar la verdad con tacto o progresivamente, pero no justifica el engaño al paciente sobre los últimos momentos de su vida” (Universidad de Navarra).
“Vivimos en una sociedad donde se valora la verdad pero es la mentira la que vende, la que triunfa y la que se premia en demasiadas ocasiones. Nos referimos ante todo a la falta de honradez, esa que gusta a la prensa amarilla, esa que aplica filtros a la realidad para vendernos cuerpos y escenarios de ensueño. Hablamos también de las esferas políticas, capaces de cautivarnos con verdades a medias o con mentiras enteras” (Mente Maravillosa).
“La persona que miente por sistema y sin reparo debería darse la oportunidad de recibir ayuda psicológica. Piensa que con sus mentiras lo único que hace es intentar tapar un agujero que no hace más que crecer, y lo hace siendo cómplice de falsedad e invenciones” (Mente maravillosa).
Imagen referencial, Nación Pequeña. 1944. Óleo y temple sobre tela / Colección Lucrecia Orozco.