No pidamos en su última jornada a un “premio Nóbel” o quizás a quien haya desempeñado un cargo de trascendencia mundial en la ONU, no solicitemos a una académica que con su talento y prestigio, o a una profesional que con su larga vida de entrega a la verdad y la solidaridad, hayan construído las imágenes de los referentes necesarios que podrían ilusionar a los ciudadanos y sus familias (porque las elecciones deben ser eso, una visión conjunta de la esperanza y la posibilidad para todos), no recemos para que por favor no vuelva otro imbécil a gobernar, porque parece que Dios nos está obviando por nuestra falta de Fe y autenticidad en la oración. ¿Qué hacer entonces, qué podemos creer que pueda ocurrir?
Amigos y no amigos, jamás se verá algo igual a lo que está ocurriendo en el país, porque el terrible nivel de degradación humana, política y social, no permite encontrar hasta el momento, a una sola persona y a una sola colectividad que valga respeto y represente a la sociedad en su conjunto. Tenemos treinta tribus con las lanzas y los dientes afilados para “desgobernar” al Perú y lo estamos permitiendo. No se trata de decir en forma acomplejada y derrotada que la Ley lo permite; no se trata de aceptar lo inaceptable, no se puede permitir, así las leyes lo determinen, que la destrucción sea una constante en nuestras vidas como nación, donde la Patria se olvida, donde la Bandera se suplanta, donde dejamos de ser ciudadanos para convertirnos en mequetrefes y calzonudos, en aceptantes y resignados. Estamos, hemos perdido la gran rebeldía de nuestros emblemas, por la que hicimos de una tierra hermosa y pujante, un territorio siempre en superación y liderazgo, un espacio inmenso al que todos le decían “Vale un Perú”, para pasar a que se nos diga que no valemos nada.
Si cualquiera “puede ser” presidente, es porque hemos rodado por debajo de la estupidez. Eso no se puede admitir, eso no es Libertad, menos Democracia. La igualdad para todos no significa que en esa palabra “todos” se encuentran admitidos los imbéciles, los incompetentes, los ladrones y ladronas, los sembradores y administradores legislativos de la corrupción y la impunidad. No admito por eso, no lo acepto, que se nos cataloge de esclavos de la sinrazón, de militantes de la imbecilidad, de activistas de la estupidez.
La Democracia es la fortaleza de la sociedad y el ejercicio noble del liderazgo de los más capaces, para que los que no lo son, lleguen a serlo también. Por eso, en Democracia, la Libertad es la esencia de un gobierno y su continuidad y eso, no se regala, no se entrega por un miserable “voto” al espectáculo de los imbéciles que tienen treinta tribus desesperadas por derrotar a la ciudadanía, para continuar en una sucia, asquerosa y cobarde traición contínua al país.
El Perú no debe seguir en manos de las porquerías que hoy se unen para darle estabilidad al delito.
Tenemos que hacer de nuestra palabra, el detonante de la acción.