Existen diferentes formas de ver y entender lo que les sucede a los frustrados izquierdistas que tienen el lamentable virus marxista metido en sus neuronas, acariciadas por la violencia en unos casos y regadas por la hipocresía militante en otros extremos. Los activistas del incendio para escalar al odio, usan el resentimiento, la envidia y el saber que no pueden tener éxito, para sembrar cólera contra todos y contra todo, a fin de derrumbar a la sociedad y con ella, principios, valores, virtudes, tradiciones y esperanzas, a fin de construir su “nueva sociedad”, donde cada palabra es inversa a la realidad.
La democracia, en el nuevo mundo de las izquierdas del odio, es la asamblea del poder popular, donde los cargos se vuelven eternos bajo el imperio de algún sanguinario dictador, un asesino convertido en líder permanente, donde solo existe el partido único -con el nombre que sea-, donde el diálogo es un grito impositivo lleno de arengas que callan a las diferencias. Es un corral de comedias y un coliseo “romano” de exterminio y sumisión.
Los medios, que antes que se implanten las izquierdas del odio, son aliados y promotores fanáticos de esos extremos irracionales, dejarán de existir como centros de información, para ser voceros “alegres” del partido único que a veces, se maquilla inventando representatividad en base a estructuras políticas que se dicen sindicales, que se llaman gremiales, que se ridiculizan como delegaciones y agrupaciones, siendo el mismo partido comunista, marxista leninista, a veces maoísta extremista, que parece un abanico multicolor que envuelve la miseria de su ideología que los obliga a ser unidad totalitaria por el voto que le niegan a los demás. La imagen que se inventa es la de un sinnúmero de organizaciones bajo el mismo manto y suciedad, alineadas y alienadas.
El odio es el combustible, la ira es la explosión, el motor se cimenta en el resentimiento y la colera, la envidia y el celo. El principal objetivo es la Libertad, aniquilarla.