Las calles no gritan los estribillos ni las angustias de los megáfonos de algunos clásicos personajes de las clásicas marchas de las izquierdas, marchas que han aburrido a los ciudadanos, marchas que han creado violencia por todo el país y marchas que han recibido otra vez la sanción del fracaso, porque no convocan sino que alejan, crean rechazo y también, condena popular.
Una congresista de poca autoestima y constantes idas y vueltas, de matrícula y pensión por varios partidos y varias bancadas, que dijo que el golpista Castillo era un ser maravilloso, intocable y venerable, se puso dice, sus zapatillas, para caminar un par de cuadras en la avenida Abancay, rodeada de seis guardaespaldas -¿con temor a otra botada como en la Plaza San Martin, te acuerdas?- y luego declarar que “todo el país está en las calles”, como si la mentira, la ultra exageración o esa histeria colectiva de las izquierdas fuera sinónimo de evidencias ciertas. Por eso, por esa actitud de vanagloriarse con mentiras, todo el país rechaza a las izquierdas que son las que han destruído la débil y deslucida imagen del Congreso de la República, tan rechazado como las izquierdas del odio, la corrupción y la impunidad.
Pero además, en un hecho repudiable, todos y todas las convocantes, que animaban a la “gran y multitudinaria marcha”, están mudas, calladas, debajo del sofá o en sus lujosas casas de playa o de campo, cual plañideras cobardes que azuzaron a los jóvenes a salir este sábado a romper con la paz, para incendiar la ciudad. Pero el juego malvado les salió mal, ya que fue un total, completo y rotundo fracaso.
Ya nadie les cree a los de las izquierdas y valgan verdades, eso preocupa porque en una sociedad donde la democracia es tan frágil se necesita la presencia de estos grupos para que los ciudadanos sepan hasta dónde puede llegar la estupidez en la política y así, se alejen de tales organizaciones criminales que sólo están para arrasar a la mala, destruir, incendiar y matar esperanzas y progreso al Perú.
Los fracasos de todas las izquierdas frente a un gobierno derivado de lo peor de todas las izquierdas, se convierten en una señal de alerta a tener en cuenta ahora mismo. Entre ellos se están acuchillando pero dejan espacio a posiciones más radicales, más criminales y sanguinarias, como un neosenderismo que en el lenguaje y las agresiones en redes sociales va escalando con ira y mayor resentimiento. Eso es muy peligroso.
Por eso decimos: el odio izquierdista está de capa caída, pero la soberbia puede encenderlo de nuevo, esa vitamina negativa, ese desencadenante explosivo aparece en los fracasados como una válvula de ataque que hay que estar preparados para enfrentarlo con argumentos y decisiones firmes, desde casa, en el trabajo, en la universidad, en las calles y en la redes.